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Burdo análisis de la política argentina: un circo sin red para sus votantes malabaristas

malabaristas

Hoy nos animamos a ver a nuestros representantes con un toque de sarcasmo y haciendo una burda comparación a partir de este relato. En un pequeño país llamado Politilandia, la política era un espectáculo digno de un circo. Cada elección era como un gran show de variedades, y los candidatos se comportaban como artistas en su mejor actuación.

El gran maestro de ceremonias, Don Prometedor, se subía al escenario con su discurso lleno de palabras grandilocuentes. “¡Votad por mí y prometo que el sol brillará todos los días!” decía, mientras hacía malabares con promesas que nadie había visto antes. La audiencia aplaudía con entusiasmo, aunque sabían que el sol a veces también se escondía detrás de nubes de burocracia.

A su lado, la candidata Lía Bula ofrecía su espectáculo de “La Lógica Invertida”. Con un truco mágico, hacía desaparecer los problemas sociales simplemente con un chasquido de dedos y una sonrisa. “¿Crimen? ¡Desaparecido! ¿Desempleo? ¡Borrado! ¿Crisis económica? ¡Puf!” Y, mientras el público se reía, los problemas volvían como un mal truco de magia.

Luego estaba el Sr. Rincón, un político que siempre se sentaba en las esquinas de la sala, comentando lo que todos hacían. Era el maestro de la crítica, siempre con su cara de “yo lo haría mejor”.

“¡Ah, miren cómo promete! ¡Como si fuera a resolver todo con una varita mágica!” decía, mientras se acomodaba en su silla de espectador y disfrutaba del drama.

El público, compuesto por ciudadanos, era como un grupo de malabaristas, intentando mantener el equilibrio entre la esperanza y la desilusión. Algunos hacían malabares con la fe en la política, otros con la ironía, y unos pocos incluso lograban lanzar a la risa sobre las promesas incumplidas.

Una vez cada cuatro años, el gran espectáculo culminaba en la “Gran Gala Electoral”, donde el mejor artista se llevaba el trofeo de la “Promesa Dorada”. Este año, todos apostaban a Don Prometedor, quien había hecho una increíble pirueta verbal sobre el aumento del empleo. Pero, al final de la gala, el ganador fue un comediante que hizo una rutina sobre la política y se llevó el aplauso del público.

Y así, en Politilandia, la política seguía siendo un circo sin red. Entre risas y decepciones, la gente aprendió a tomar su dosis de humor, porque en el fondo, sabían que al final del día, la política era un acto de equilibrio… ¡y todos estaban en la cuerda floja!

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