Un hombre emprendedor, un visionario. Eduardo Casey O’Neill nació el 20 de abril de 1847 en la estancia “El Durazno”, en cercanías de la ciudad bonaerense de Lobos. Sus padres, Lorenzo Casey y María O’Neill eran oriundos de Irlanda. El señor James de Rinzy Brett, primer administrador de la estancia “Curamalán” se refiere a su personalidad en estos términos:
“… un hombre que me ha dispensado, a mí, personalmente, y a cuántos otros, una bondad ilimitada y quien siempre ha consagrado todos sus esfuerzos y toda su energía en fomentar el bienestar de este país,…. Eduardo Casey,… bien puede ser un modelo de lo que debe ser un “Hombre”. Estrictamente recto e íntegro en todo lo que emprendía, no había una sola persona que lo conociera que no le hubiera querido y estimado …”
“… Sus pensamientos, sus proyectos y sus métodos eran grandes en todo el sentido de la palabra. No había nada de pequeñeces en él. Su naturaleza benévola se traducía por las innumerables amistades de que gozaba, y no hay pocas entre nuestros poderosos que le deben su prosperidad. Pero no se limitaba su buena bondad a hechos privados. El espíritu público que poseía en tan alto grado está ampliamente manifestado en sus grandes iniciativas”.
Inició sus actividades como fundador del Gran Mercado Central de Frutos, en Avellaneda, al sur del Gran Buenos Aires. También fundó el pueblo “Sorrente” y la Colonización e invernadas de Venado Tuerto, Provincia de Santa Fe. Insistió en la necesidad de fomentar la ganadería y la agricultura, como lo dijo en reunión de amigos al regreso de un viaje:
“Europa no es nada al lado de nuestro país… Allí se paga por un bife más que por una res ovina aquí. Tendremos que luchar hasta conseguir el medio de hacer conocer allí nuestros productos.
Buscaremos formar frigoríficos y el medio de transportar haciendas en pié a Europa…” Al poco tiempo consiguió la formación del frigorífico La Blanca, en Barracas, al sur de la ciudad de Buenos Aires.
En el año 1881 realizó la colonización de Curamalán utilizando capital propio, de amigos irlandeses y de un crédito de setecientos mil nacionales acordado por el Banco Hipotecario de Buenos aires. Obtuvo la prolongación de las vías férreas desde Olavarría hasta Bahía Blanca ofreciendo su garantía personal al gobierno y a la empresa, prometiendo la formación de tres pueblos en la extensión de la concesión de campo: los pueblos “Sauce Corto” (hoy “Coronel Suárez”), con cuatro colonias de agricultores galeses y alemanes.
También “Arroyo Corto”, formado por la colonia Torinesa, y “Pigüé” con su gran colonia Aveyronesa. Estos fueron abastecidos con todo lo necesario para su sostenimiento: un almacén de ramos generales, molinos harineros, panaderías, carnicerías. En el primero se instaló una gran quesería sobre la Laguna del Indio. Un criadero de aves y grasería en “Arroyo Corto” y muchas instalaciones más.
La fortuna que le dieron sus negocios la perdió cuando su socio hizo una inversión que fracasó. Totalmente arruinado viajó a Londres luchando por recomponer su capital. Con lo que pudo recaudar volvió a Buenos Aires y pagó a la gente pobre que había depositado fondos en su empresa. Sumido nuevamente en la pobreza murió a los 58 años de edad víctima de un accidente ferroviario.
Don E. Casey había trabajado mucho para todos y mal para sí mismo. Este hombre, que hizo posible el sueño de grandeza y bienestar de argentinos y extranjeros en un pedazo de la pampa húmeda, merece el reconocimiento de los habitantes del distrito de Coronel Suárez, no sólo con una Avenida que lleva su nombre o un busto en la plazoleta del ferrocarril, sino el de un recuerdo y agradecimiento permanente a su obra.