El abandono de las vías férreas urbanas: una herida silenciosa en el entorno vecino. Las infraestructuras ferroviarias —vías, estaciones, desvíos— han sido durante mucho tiempo parte esencial del entramado urbano y regional: medios de transporte de pasajeros y cargas, ejes de desarrollo para barrios, pueblos y ciudades. Hoy, sin embargo, buena parte del tendido ferroviario secundario o periférico en Argentina vive un proceso de abandono lento y silencioso.
Esto se expresa no sólo por el cierre o suspensión de ramales y estaciones, sino también por la invasión del pasto y la maleza en tramos urbanos: una señal visible para los vecinos de que el tren “ya no pasa”, pero también de que algo está fallando en la planificación pública, en el mantenimiento y en el vínculo entre la infraestructura y la comunidad.
Este artículo analiza esa realidad complementando dos dimensiones:
Por un lado, el cierre y levantamiento de ramales y estaciones ferroviarias, su impacto territorial.
Por otro, la presencia del pasto, la maleza y el deterioro en zonas próximas al centro de ciudades como gesto de abandono urbano.
Y finalmente reflexionaremos sobre qué significa para los vecinos y para la ciudad.
Cierre de ramales y estaciones: el declive organizado
En las últimas décadas, Argentina experimentó un fuerte proceso de reducción de su red ferroviaria.
Un estudio concluye que con la transferencia de los ferrocarriles al sector privado se inició un proceso de reestructuración: cierre de ramales, estaciones desactivadas, reducción de servicios de pasajeros y cargas.
Según datos de 2025, unas 62 estaciones del sistema nacional permanecían sin operar, de un total de 463 contabilizadas.
En la provincia de Buenos Aires y otras regiones, ramales que unían localidades quedaron sin mantenimiento: por ejemplo, un ramal “estratégico” que unía localidades del interior bonaerense no tiene mantenimiento desde hace más de ocho años.
En el norte del país, el Ramal Jujuy ‑ La Quiaca se encuentra totalmente abandonado: rieles faltantes, vías enterradas, puentes arrastrados.
Las consecuencias que se derivan de estos cierres son múltiples:
Aislamiento de localidades pequeñas: cuando un ramal se suspende, el acceso y la movilidad de los habitantes se limitan.
Pérdida de patrimonio urbano e industrial: estaciones que quedan sin uso, depredadas, vandalizadas o consumidas por la vegetación.
Menor conectividad para el transporte de cargas, lo que impacta en las economías locales.
Este proceso no es únicamente incidental, sino que responde a un paradigma: “ramal que para, ramal que cierra”.
El pasto crecido cerca del centro urbano: señal visible de abandono
En muchas ciudades del país, las vías férreas que bordean barrios urbanos (a veces a pocos cientos de metros del centro) presentan un paisaje repetido: rieles cubiertos por vegetación, estaciones en desuso, andenes invadidos por la maleza.
¿Qué significa este fenómeno para los vecinos urbanos?
Visibilidad urbana del declive
La proliferación de pasto y maleza junto a los rieles urbanos es un indicador tangible de que el servicio ferroviario dejó de operar o se dejó de mantener.
Al estar esto “a metros del centro” o de zonas residenciales, transmite una imagen de abandono, descuido del espacio público e infrautilización de la infraestructura.
Este paisaje puede generar inseguridad: maleza alta, accesos obstruidos, zonas sin iluminación, generan percepción de peligro o abandono.
Impacto para los vecinos
La vía férrea solía generar tránsito de personas, actividad comercial, movimientos de transporte: su desaparición implica menor vitalidad del entorno.
Las estaciones desactivadas pueden transformarse en focos de vandalismo o en espacios sin función, que degradan el barrio.
La vegetación elevada junto a las vías puede afectar la higiene del lugar (acumulación de residuos, fauna silvestre, roedores) y provocar molestias.
Los terrenos alrededor de las vías quedan “en limbo” urbanístico: ni plenamente espacio público cuidado, ni terreno activo para uso comunitario.
Para un vecino, vivir cerca de vías operativas implica un ruido, vibración, tránsito de trenes; pero el contraste de una vía aparentemente “muerta” puede generar la sensación de un recurso sin aprovechar, una herida urbana latente.
Por qué este abandono cerca del centro es particularmente grave
Las áreas próximas al centro tienen un valor mayor de suelo, acceso, visibilidad: que haya un trazado ferroviario sin uso representa una mala asignación de espacio.
Desde una perspectiva de planeamiento urbano, esas vías podrían ser reactivadas (para transporte de cercanías, turismo, bicicletas-vía, espacio público) o al menos reconvertidas para el barrio. Pero el pasto crecido es evidencia de que no se proyectó nada.
El abandono ferroviario urbano tiende a invisibilizarse: “no pasa nada”, “es sólo hierba”. Pero para el entorno es un síntoma de desinversión, de que la ciudad no ha pensado ese tramo como parte de su tejido.
Esto también genera un doble costo: el visual/estético y el funcional (infraestructura existente sin uso). Mientras tanto, la ciudad puede estar ocupando otros espacios menos eficientes.
¿Qué hacer? Algunas propuestas para el entorno urbano
Para revertir este estado de abandono ferroviario urbano y ponerlo en valor para los vecinos, podría trabajarse en varias líneas:
Desmalezado y mantenimiento temporal: una primera intervención es limpiar la vegetación, asegurar el trazado, mejorar iluminación y accesos, para que la vía no sea un foco de abandono.
Revisión de la funcionalidad del trazado: estudiar si la vía puede utilizarse nuevamente como servicio de cercanías, transporte de cargas ligeras, tren turístico, o bien reconvertirse como corredor verde/widget urbano (bicicletas, esparcimiento).
Reutilización de estaciones: los edificios de estaciones pueden convertirse en centros comunitarios, culturales, comercios o espacios vecinales. Esto reactiva el entorno y evita el vandalismo.
Integración con el barrio: la comunidad local debe participar de la definición del uso futuro (¿lo queremos como parque lineal? ¿como vía activa?). Así se evita que quede aislado.
Garantía de políticas de mantenimiento sostenido: muchas veces se interviene puntual-mente, pero luego la vía vuelve a deteriorarse. Es clave asegurar continuidad.
Protección legal/urbana: que los trazados ferroviarios no queden en abandono legal o administrativo: es necesario que haya una titularidad clara, una política de uso del suelo definida.
Conclusión: un desafío urbano que es a la vez social
El estado de abandono de las vías férreas —especialmente cerca del centro urbano, con pasto crecido, estaciones en ruinas, trazados sin uso— no es únicamente un tema de infraestructura ferroviaria. Es un problema urbano, social, de planificación. Para los vecinos significa una pérdida: de conectividad, de valor del suelo, de seguridad y de calidad del entorno.
Si bien gran parte del debate suele concentrarse en los ramales del interior —pueblos que perdieron el tren—, es igualmente relevante mirar lo que ocurre en las ciudades. Allí, lo que se ve es la materialización de décadas de decisiones: infraestructura clavada en el suelo, sin empleo, sin mantenimiento, sin función. Y para los vecinos, termina siendo una “herida” más del tejido urbano.
El reto es recuperar no solo la vía activa, sino la vía como parte del barrio: un espacio que conecte, que sirva, que esté cuidado. Mientras tanto, el pasto crecido junto a las vías es la señal de que algo quedó pendiente.
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