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La historia de Herminia Brumana, pigüense destacada de la educación argentina

Herminia Catalina Brumana (Pigüé, provincia de Buenos Aires, 12 de septiembre de 1897 – Buenos Aires, 9 de enero de 1954) fue una de esas mujeres que desafiaron el orden establecido, cuya voz sigue resonando más allá del tiempo. Fue docente, escritora, periodista, activista social, feminista disidente, dramaturga, cuentista y ensayista. Su vida y obra constituyen un testimonio invaluable para entender no solo la historia de la educación argentina, sino también las luchas por la igualdad de género, la justicia social y la libertad.

Orígenes, formación y primeros pasos

Nació en Pigüé, en el seno de una familia de inmigrantes (italianos, entre otras procedencias) que creía en la educación como motor de movilidad social. Desde muy pequeña mostró aptitudes poco comunes: aprendió a leer a los cuatro años. Su educación formal continuó en la Escuela Normal de Olavarría “José Manuel Estrada”, donde se formó para ejercer la docencia. Al recibirse, comenzó a trabajar como maestra primaria en Pigüé. En esos primeros años también fundó la revista Pigüé, de carácter literario y social, lo que marcó el inicio de su compromiso dual: enseñar y escribir con propósito.

Su literatura y periodismo: herramienta de crítica y transformación

Brumana no solo enseñó dentro del aula: utilizó la palabra escrita como una herramienta de reflexión, denuncia y búsqueda de transformación social. Publicaciones escolares como Palabritas (1918) marcaron ya una intención pedagógica y ética: quería que los niños y niñas comprendieran que en la sociedad no todos parten de la misma situación, que existen desigualdades profundas que condicionan el aprendizaje y la vida.

En obras como Tizas de colores (1932) recogió relatos de aula, escenas cotidianas, breves descripciones que visibilizan la infancia vulnerable. En su ensayo Cabezas de mujeres (1923), en Cartas a las mujeres argentinas y otros textos, Brumana abordó críticamente el lugar que la sociedad reservaba a las mujeres, cuestionó los roles convencionales, propuso una maternidad consciente, una autonomía económica, el derecho al placer, y reflexionó sobre el amor, la familia y las expectativas puestas sobre el género femenino.

Docencia con conciencia social: aulas como espejos de desigualdad

Para Herminia Brumana, enseñar era mucho más que transmitir contenidos: era reconocer las condiciones de vida de los alumnos, identificar las desigualdades, abrir espacios de empatía y crítica dentro del aula. Ella describía con sensibilidad las escenas de pobreza con las que convivían muchos niños: mal alimentados, sin estímulos adecuados en el hogar, con dificultades materiales que se reflejaban en sus deberes, su vestimenta, su estado emocional.

En “Mi alumno predilecto”, un fragmento de Mosaico (1929), por ejemplo, cuenta la angustia de la maestra al ver que los deberes llegan en hojas ajadas, con agujeros, y la pregunta inevitable: ¿habrá comido hoy? Rechazaba la idea de la maestra como figura pasiva o meramente técnica; criticaba a las “enseñadoras profesionales” que, en su visión, ejercían la docencia sin vocación, sin sensibilidad social, cumpliendo con un deber burocrático más que con uno transformador.

En su labor con adultos, particularmente con mujeres, buscó preparar a quienes habían sido postergadas por el sistema educativo formal, para que consiguieran herramientas reales: redacción, ortografía, contabilidad, archivo. Con ello, no solo aspiraba a que tuvieran un empleo, sino que su independencia económica también fuera un camino hacia mayor autonomía personal.

Posturas controvertidas y debates internos

Herminia Brumana no fue una intelectual conformista: sus ideas chocaban con corrientes dominantes, incluso dentro de los movimientos feministas de su época. Aunque preocupada por los derechos de las mujeres, la autonomía y la emancipación, se mantuvo crítica hacia ciertas demandas del feminismo centrista o convencional. Se distancia en algunos escritos de aquellas que buscaban libertad para la mujer sin quizás modificar estructuras de poder más profundas.

En los debates de los años veinte y treinta, Brumana fue parte de una corriente que entrelazaba lucha de género con crítica social y con ideales libertarios o socialistas. En un artículo reciente, se señala que defendió ideas como el amor libre, la maternidad consciente, incluso la interrupción voluntaria de embarazos, así como el goce sexual femenino: posiciones avanzadas para la época.

En cuanto al sufragio femenino, hay discrepancias en algunas fuentes. En ciertos momentos, Brumana tuvo posturas que no coincidían con los modos en que se planteaba este derecho, aunque más que una oposición lisa y llana, se trata de críticas al modo, al discurso y a las limitaciones que ese proyecto tenía en términos de justicia real.

Últimos años, legado y reconocimiento

En 1932, tras largos años en la docencia formal en escuelas primarias y otros cargos, Brumana abandonó temporalmente la docencia debido al cansancio frente a la burocracia educativa. Pero retornó en 1941 para trabajar en la Escuela para Adultos Nº 6 en la Ciudad de Buenos Aires, donde permaneció hasta poco antes de su muerte. Ahí enseñaba materias útiles para la vida laboral: ortografía, redacción, contabilidad, archivo, y orientaba especialmente a mujeres.

Falleció el 9 de enero de 1954. Después de su muerte, apareció la figura de Herminia Brumana como símbolo para maestras y educadores críticos, mujeres intelectuales y activistas. Se organizaron en su honor la Sociedad Amigos de Herminia Brumana, que recopiló y publicó sus obras completas; se le dedicaron espacios educativos, bibliotecas, calles.

Conclusión: la vigencia de Brumana hoy

Herminia Brumana representa una invitación permanente a repensar la escuela no como un espacio neutro, sino como escenario de las desigualdades. Nos deja enseñanzas valiosas:
La educación con conciencia social: no es suficiente enseñar contenidos si no se interroga el contexto del alumno, si no se reconoce la exclusión material y simbólica.

La escritura y el periodismo como compromiso: usar la palabra para cuestionar, para acompañar causas justas, para iluminar lo que a veces se oculta.
La autonomía de las mujeres como eje de transformación social: económica, intelectual, emocional.
La exigencia de vocación ética en la profesión docente: enseñar no es solo cumplir horarios, es un acto que exige empatía, creatividad, responsabilidad social.

En tiempos actuales, donde persisten desigualdades educativas, donde muchas escuelas siguen siendo espacios de diferencias profundas, la figura de Brumana sigue siendo un faro: nos recuerda que los maestros y maestras, además de instruir, pueden inspirar, pueden incomodar, pueden ser agentes de cambio.

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