Preocupa la temporada turística invernal en la costa atlántica, aunque el Gobierno afirma que es un “éxito”. Las vacaciones de invierno de este año llegan atravesadas por una marcada incertidumbre económica, inflación persistente y un profundo cambio en los hábitos de consumo de los argentinos. En este contexto, la costa atlántica —históricamente uno de los destinos preferidos para el receso invernal— enfrenta una temporada que dista mucho de lo que fue en años anteriores.
Aunque desde el Gobierno nacional y algunos sectores oficiales se insiste en definir la temporada como un “éxito” y se celebran algunos datos puntuales de ocupación, la percepción desde el territorio es muy distinta: operadores turísticos, comerciantes y cámaras empresarias del rubro observan una baja preocupante en el nivel de reservas, estancias acotadas y un consumo visiblemente retraído.
El contraste entre el discurso oficial y la realidad que se vive en las localidades costeras más importantes se ha vuelto cada vez más notorio. Aun en ciudades emblemáticas como Mar del Plata, Pinamar o Villa Gesell, donde las vacaciones de invierno solían representar un impulso clave para los ingresos del sector, la llegada de turistas no ha logrado colmar las expectativas. La situación ha encendido señales de alarma entre los actores turísticos, que advierten que la actividad atraviesa una de sus temporadas más flojas en mucho tiempo, incluso comparándola con los años más difíciles de la pandemia.
Baja ocupación y reservas
Durante la primera semana del receso invernal, los niveles de ocupación en hoteles y alojamientos de la costa se mantuvieron muy por debajo de lo esperado. En muchos casos, la ocupación apenas superó el 30 %, con picos cercanos al 50 % en fines de semana. La demanda es intermitente y altamente concentrada en escapadas de último momento, lo que dificulta cualquier planificación por parte de los prestadores. La ausencia de reservas anticipadas, una constante en temporadas anteriores, es otro síntoma del nuevo comportamiento turístico, más precavido y condicionado por la situación económica.
Estancias breves y gasto contenido
Otro de los grandes cambios que se observan en esta temporada invernal es la duración de las estancias. Las tradicionales estadías de una semana o más han sido reemplazadas por visitas de dos o tres noches, en su mayoría impulsadas por promociones puntuales o fines de semana largos. A esto se suma un gasto promedio mucho más ajustado: las familias llegan con un presupuesto limitado y evitan consumos no esenciales. El resultado es un movimiento turístico que, si bien existe, no genera el impacto económico que el sector necesita para sostener su actividad durante el año.
Promociones, descuentos y estrategias
Frente a este escenario, los operadores turísticos se ven obligados a ofrecer descuentos, cuotas sin interés y promociones especiales para intentar captar al público. Algunos complejos han mantenido precios congelados desde el verano y otros incluso los redujeron, en un esfuerzo por no perder más terreno frente al turismo al exterior, que viene creciendo con fuerza. Sin embargo, ni siquiera estas estrategias han logrado revertir del todo la tendencia. Muchos comerciantes reconocen que la temporada, hasta ahora, está muy lejos de ser rentable.
Fuga de turistas hacia el exterior
Un factor determinante en este fenómeno ha sido el notable aumento del turismo emisivo. Muchos argentinos, al comparar precios, encuentran que destinos como Brasil, Uruguay o incluso Chile resultan más accesibles o convenientes que viajar dentro del país. Esto ha generado un flujo constante de turistas hacia el exterior, especialmente entre los sectores medios y altos, lo que debilita aún más la demanda interna y deja a muchos destinos tradicionales con menor afluencia.
Relato oficial vs. realidad del sector
Desde el Gobierno se insiste en transmitir optimismo. Se destacan datos de movilidad, número de visitantes y reservas en algunos puntos del país como señales positivas, y se presenta a la temporada como una muestra de recuperación. No obstante, las declaraciones oficiales contrastan con los testimonios de hoteleros, gastronómicos y comerciantes de la costa, que describen un panorama mucho más preocupante. Para muchos, la realidad en la calle es otra: menos gente, menor consumo, más incertidumbre.
¿Qué se espera para lo que queda?
En el cierre del receso invernal, el sector turístico espera un repunte de último momento, empujado por el turismo de fin de semana. Sin embargo, nadie habla ya de una temporada exitosa. La preocupación está instalada y la necesidad de medidas concretas para aliviar la situación es cada vez más urgente. Si no se logra revertir esta tendencia en los próximos meses, muchas empresas del rubro advierten que deberán reducir personal, cerrar locales o incluso abandonar la actividad.
Conclusión
La temporada invernal en la costa atlántica está marcada por una profunda brecha entre las expectativas oficiales y la percepción en el terreno. A pesar del esfuerzo del sector privado por sostener la actividad con promociones y estrategias de última hora, la realidad muestra un escenario complejo, con menos turistas, menor gasto y señales de fatiga en el consumo interno. El desafío no es menor: sostener al turismo como motor económico requiere mucho más que buenas intenciones o discursos optimistas. Necesita decisiones claras, medidas de apoyo concretas y una visión realista de lo que está ocurriendo en los destinos más emblemáticos del país.