El cierre de listas legislativas en la provincia de Buenos Aires, de cara a las elecciones del 7 de septiembre, dejó un escenario cargado de tensiones, disputas internas, reproches públicos y acuerdos de último minuto que, más que fortalecer las propuestas políticas, profundizan una sensación ya instalada en la ciudadanía: la política parece hablar un idioma ajeno al de la gente común.
Mientras la dirigencia se trenzaba en internas y negociaciones a contrarreloj, los bonaerenses seguían lidiando con problemas cotidianos cada vez más urgentes: la inflación que no cede, la inseguridad que crece, los servicios públicos que fallan, el desempleo que aprieta. La famosa “grieta” partidaria, lejos de apagarse, alimenta una polarización que parece funcionar más como negocio electoral que como debate real de ideas.
Un cierre a los empujones
El cierre de listas legislativas mostró, como ya es habitual, la puja de poder interna en las principales coaliciones. En el oficialismo, las discusiones giraron en torno a nombres impuestos desde el centro del poder, dejando a referentes territoriales desplazados o disconformes. Del lado de la oposición, la fragmentación también fue protagonista, con alianzas que se tensaron al límite y sectores que amenazaron con romper filas si no se respetaban sus cuotas de poder.
Las redes sociales fueron un espejo amplificado del malestar: referentes cruzándose con ironías, audios filtrados, dirigentes denunciando falta de transparencia y militantes desencantados por quedar, otra vez, al margen. Todo en un clima de incertidumbre donde lo que menos aparece es el contenido programático o una visión clara de futuro.
La gente, resignada y con bronca
La escena política bonaerense parece girar sobre sí misma, mientras los ciudadanos miran desde la vereda de enfrente. Muchos ya ni se sorprenden por estos forcejeos de último momento. La desafección crece, alimentada por años de promesas incumplidas y discursos vacíos. Hay quien votará “al menos malo”, quien lo hará por bronca, y quien directamente no irá a votar.
Lo que se juega en estas elecciones legislativas no es menor: el equilibrio de fuerzas en la Legislatura provincial, que puede definir el rumbo de políticas clave en salud, educación, seguridad y empleo. Sin embargo, ese debate ha sido sepultado por internas y candidaturas impuestas, en lugar de propuestas debatidas.
La política, lejos de la calle
Mientras tanto, el termómetro social indica otras prioridades. En los barrios, se habla del precio del alquiler, de cómo mantener el carrito lleno, del temor a perder el empleo o de salir de noche. Las listas se cierran en oficinas climatizadas, pero la vida sigue caliente en las calles.
En este contexto, el 7 de septiembre asoma como una fecha que dirá mucho más que quién ganó o perdió. Revelará, quizás, cuán conectada o desconectada está la política de su propia gente. Y si aún queda espacio, entre tanta grieta, para construir una alternativa que mire menos los escritorios y más los ojos de quienes la padecen y la esperan.