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Solo el 21% de los argentinos se dedica a lo que soñó cuando era chico

trabajador cansado

Sólo el 21% de las personas trabajadoras en Argentina ejerce la profesión que soñaba, según un relevamiento privado. De acuerdo con un estudio de la app de empleo Bumeran, este es el menor porcentaje de la región. Además, dentro de las profesiones a las que más aspiraban las personas trabajadoras se destacan las relacionadas con la educación, el fútbol y la medicina.

El estudio realizado por el Día Internacional de los Trabajadores reveló que el 79 % de las personas trabajadoras en Argentina no ejerce la profesión que soñaba en su niñez, el porcentaje es el más alto de la región. Le siguen: Chile, con el 74 %; Ecuador, con el 73 %; Panamá, con el 65 %; Perú, con el 62 %.

La pregunta parece simple pero encierra una realidad compleja: ¿Trabajás de lo que soñaste? Para la mayoría de los argentinos, la respuesta es no. Según un estudio reciente, solo el 21% de las personas en el país asegura que su ocupación actual coincide con aquello que anhelaban de niños o adolescentes. ¿Qué hay detrás de esta brecha entre los sueños y la realidad?

Entre aspiraciones y realidades: los datos
El dato proviene de una encuesta nacional realizada por la consultora Adecco Argentina, que indagó sobre las aspiraciones laborales de la población y su realización efectiva. El resultado fue contundente: apenas 2 de cada 10 argentinos afirman estar trabajando en el rubro que soñaban. El resto admite que su trayectoria profesional se desvió por diversos motivos, como la falta de oportunidades, presiones económicas o cambios de interés con el tiempo.

Entre los sueños más comunes durante la infancia y adolescencia se encuentran profesiones como médico/a, abogado/a, docente, deportista profesional, ingeniero/a, periodista y piloto. Sin embargo, muchos de esos sueños no se traducen en trayectorias concretas.

Las razones del desvío: economía, sistema educativo y entorno social
Una de las principales barreras para cumplir los sueños profesionales en Argentina es la inestabilidad económica. Con una inflación estructural, mercados laborales volátiles y crisis recurrentes, muchas personas se ven forzadas a priorizar la seguridad económica por sobre la vocación. Esto lleva a aceptar trabajos que “están disponibles” más que aquellos que verdaderamente se desean.

Además, el sistema educativo argentino —aunque gratuito en todos sus niveles— no siempre logra conectar eficazmente la formación con el mundo del trabajo. Muchos estudiantes se gradúan sin un acompañamiento adecuado en orientación vocacional ni conocimiento del mercado laboral, lo que aumenta la probabilidad de que abandonen sus aspiraciones iniciales.

También juega un papel importante la presión familiar o social. En muchos casos, los jóvenes eligen carreras impulsados por el deseo de satisfacer expectativas ajenas, o guiados por mitos como “esa carrera tiene salida” o “con eso no vas a vivir”.

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Cambios de sueño: ¿fracaso o evolución?
No siempre abandonar el sueño original implica frustración. Con los años, muchas personas redescubren otras pasiones, desarrollan nuevas habilidades o simplemente cambian su idea de éxito. Lo que alguna vez fue un sueño de infancia puede transformarse en un hobby, mientras se encuentra satisfacción en otras formas de trabajo o en actividades complementarias.

Un ingeniero que soñaba con ser músico puede tocar en una banda los fines de semana. Una médica que soñó con ser escritora puede encontrar en la docencia o en la divulgación científica una forma de unir mundos. La clave está en redefinir el éxito y aceptar que los caminos no siempre son lineales.

Vocación y futuro: un desafío para el país
La baja coincidencia entre sueños y ocupaciones también habla de un problema estructural más profundo: la subutilización del talento. Si el 79% de las personas trabaja en áreas que no los apasionan, el país está dejando fuera del juego un capital humano enorme.

Fomentar una cultura que valore la vocación y facilite caminos para alcanzarla es clave. Esto implica repensar políticas de empleo, mejorar la articulación entre educación y trabajo, fortalecer la orientación vocacional desde edades tempranas, y sobre todo, garantizar condiciones económicas que permitan elegir con libertad.

¿Es posible revertir esta tendencia?
Aunque el dato puede parecer desalentador, también invita a la reflexión y al cambio. Hoy existen más herramientas que nunca para reinventarse: cursos online, programas de becas, incubadoras de emprendimientos, redes profesionales. Si bien las condiciones no son iguales para todos, el acceso a la formación continua y la movilidad laboral ha crecido notablemente en los últimos años.

Además, crece la valoración del trabajo con propósito, especialmente entre las nuevas generaciones. Cada vez más jóvenes priorizan el bienestar, la creatividad y el sentido en sus empleos, lo que podría marcar un giro hacia una sociedad más vocacional.

Conclusión: una deuda personal y colectiva
Que solo el 21% de los argentinos trabaje en lo que soñó no debería verse solo como un dato estadístico, sino como un llamado de atención. A nivel individual, para preguntarnos si estamos donde queremos estar. A nivel social, para revisar qué estamos haciendo —como país— para que cada vez más personas puedan vivir de lo que aman. Porque detrás de cada sueño truncado, hay un país que se pierde una parte de su potencial.

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