El autismo no es un error en el sistema, no es una falla ni una tragedia. Es simplemente una forma distinta de experimentar el mundo. Para quienes han aprendido a ver más allá de los estereotipos, el autismo es una manera única de sentir, de percibir y de entender la realidad.
Cada persona en el espectro es un universo propio. Algunos encuentran consuelo en la rutina, en el orden preciso de las cosas; otros se expresan a través de colores, números, melodías o palabras que parecen danzar con un ritmo diferente al que estamos acostumbrados. A veces, el mundo puede ser abrumador para ellos, un torbellino de sonidos, luces y sensaciones que los invade sin previo aviso. En otras ocasiones, pueden encontrar una belleza indescriptible en lo que para otros es cotidiano.
Para los padres, hermanos y amigos de una persona con autismo, el camino puede estar lleno de preguntas, de momentos de incertidumbre, pero también de amor incondicional y de aprendizajes inesperados. Aprenden que la comunicación no siempre necesita palabras, que el amor se expresa en pequeños gestos y que la paciencia y la empatía son puentes hacia un entendimiento más profundo.
El mundo necesita aprender a mirar el autismo con otros ojos. No desde la lástima, sino desde la comprensión y el respeto. Necesitamos construir espacios donde cada persona, sin importar su forma de ser o de entender la vida, tenga la oportunidad de brillar con su propia luz.
Si conoces a alguien en el espectro, escucha con el corazón abierto. Aprende su lenguaje, respeta sus tiempos, acompáñalo en su viaje. Porque cuando logramos ver el mundo a través de sus ojos, descubrimos que hay una belleza inmensa en la diversidad, una riqueza inagotable en la forma en que cada ser humano elige existir.
