Cecilia Sustersic, investigadora independiente y activista ambiental, sostiene que la manipulación del clima no solo es real, sino que está ocurriendo de manera sistemática en diversas regiones del país, especialmente en zonas agrícolas estratégicas como el sur de la provincia de Buenos Aires. Forma parte de organizaciones como CLAMA (Cielos Limpios en América Monitor Ambiental) y MIPAC (Movimiento Interprovincial por el Agua del Cielo), desde donde denuncia la aplicación de tecnologías que intervienen artificialmente en los ciclos climáticos naturales.
¿Qué tipo de manipulación climática denuncia?
Sustersic se refiere a prácticas como:
La siembra de nubes o inhibición de lluvias, a través de químicos como yoduro de plata, para modificar la cantidad de precipitación en una zona.
Emisión de microondas o frecuencias desde radares de uso meteorológico, que según ella pueden interferir en la formación de tormentas o redirigir frentes atmosféricos.
Aerosoles atmosféricos, partículas dispersadas en la atmósfera (con o sin aviones) que, según sus investigaciones, afectarían la humedad, la nubosidad y la temperatura.
Estas acciones estarían justificadas —según quienes las implementan— como parte de estrategias de gestión climática o defensa agropecuaria, pero Sustersic argumenta que tienen impactos colaterales graves y muchas veces impredecibles.
¿Qué relación tiene esto con Bahía Blanca?
El temporal extremo que azotó a Bahía Blanca a principios de marzo, con vientos intensos, lluvias torrenciales y consecuencias devastadoras, sería —según Sustersic— el resultado directo o indirecto de estas manipulaciones climáticas. Ella propone que:
Se han alterado los patrones normales del clima, y lo que antes eran lluvias graduales ahora se concentran en eventos violentos.
Los radares meteorológicos instalados en la zona no solo monitorean, sino que podrían estar modificando activamente el tiempo.
La región muestra evidencias de cielos artificiales (como estelas persistentes o formaciones nubosas anómalas), lo cual sería parte de un patrón repetitivo en zonas agroexportadoras.
¿Qué pruebas presenta?
Sustersic se basa en:
Observación de patrones meteorológicos alterados y correlaciones temporales con actividad de radares.
Imágenes satelitales que, según ella, muestran formaciones nubosas no naturales.
Informes y estudios independientes sobre geoingeniería y técnicas de modificación climática ya utilizadas en otros países (como China, Rusia o EE.UU.).
Leyes provinciales (como la de La Rioja de 2006) que prohíben expresamente estas prácticas, lo que para ella confirma que su existencia está reconocida legalmente.
Un debate abierto
Las afirmaciones de Sustersic se mueven en una zona polémica: para muchos sectores académicos y científicos, no hay pruebas concluyentes de que se estén aplicando estas tecnologías a gran escala o con efectos tan directos. Sin embargo, sus denuncias han ganado notoriedad porque plantean preguntas incómodas sobre quién controla el clima y con qué fines. Ella insiste en que no se trata de una teoría conspirativa, sino de una realidad oculta a la ciudadanía, con intereses políticos, económicos y geoestratégicos de fondo, especialmente vinculados al agronegocio y al control del agua.
