El sector del Gas Natural Comprimido (GNC) atraviesa uno de los momentos más delicados de los últimos años. Estaciones de servicio, talleres de conversión y productores coinciden en un diagnóstico común: el consumo cae, el parque vehicular se achica y el interés de los usuarios se desploma.
Uno de los puntos más críticos es el impacto económico de la normativa que exige, junto con la prueba hidráulica obligatoria, el cambio de válvula del sistema de GNC, cuyo costo hoy ronda los 300.000 pesos por vehículo. Si bien los valores de conversión a GNC no han aumentado en los últimos meses, este gasto periódico representa para muchos usuarios un monto difícil de afrontar en el actual contexto económico.
El resultado es visible en la calle y en las estaciones: menos vehículos habilitados para cargar GNC y menos metros cúbicos vendidos por día. Operadores del sector señalan que, en algunas bocas de expendio, el consumo cayó entre un 20% y hasta un 40%, una baja que no responde a un único factor, pero que se profundizó desde la aplicación de esta exigencia técnica.
A nivel nacional, los datos del mercado muestran una fuerte caída en las conversiones nuevas y una pérdida sostenida de vehículos que abandonan el sistema al no realizar la renovación. Esto genera un círculo vicioso: menos usuarios, menor volumen de venta y estaciones que ya no logran cubrir costos operativos.
Aunque el objetivo de la normativa es mejorar la seguridad, desde el sector advierten que la combinación de altos costos regulatorios, falta de incentivos y pérdida del ahorro relativo frente a otros combustibles está empujando al GNC a una situación límite.
Sin una revisión de las condiciones actuales o políticas que reactiven la demanda, el GNC corre el riesgo de dejar de ser una alternativa viable para miles de automovilistas y para un entramado productivo que hoy lucha por sobrevivir.












