La hipertensión arterial, comúnmente conocida como presión alta, es uno de los problemas de salud más frecuentes entre los adultos mayores y una de las principales causas de mortalidad en el mundo. Se trata de una enfermedad crónica que muchas veces avanza sin presentar síntomas, pero que puede provocar complicaciones graves como infartos, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia cardíaca y daño renal.
En las últimas décadas, el envejecimiento de la población y los cambios en el estilo de vida han hecho que la hipertensión se convierta en una verdadera epidemia silenciosa. Cada vez más personas viven con esta condición sin saberlo, y muchas de ellas recién reciben un diagnóstico cuando aparece una complicación. En Argentina, por ejemplo, se estima que más del 35% de los adultos mayores presenta presión arterial elevada, y cerca de la mitad no lo sabe o no sigue un tratamiento adecuado.
A diferencia de otras enfermedades, la hipertensión no suele manifestarse con dolor ni molestias inmediatas. Sin embargo, su impacto a largo plazo sobre el sistema cardiovascular es profundo. Las arterias se vuelven más rígidas, el corazón trabaja con mayor esfuerzo y los órganos vitales —como los riñones, el cerebro o los ojos— sufren las consecuencias de una presión constante.
El envejecimiento natural del cuerpo hace que el riesgo aumente con los años, pero esto no significa que sea inevitable. Mantener hábitos saludables, realizar controles médicos periódicos y actuar preventivamente pueden marcar la diferencia entre vivir con complicaciones o disfrutar de una vejez activa y saludable.
Qué es la hipertensión y por qué aumenta con la edad
La hipertensión se define como el aumento sostenido de la presión arterial por encima de los valores considerados normales, generalmente cuando la presión sistólica (máxima) supera los 140 mmHg y/o la diastólica (mínima) los 90 mmHg. Con el paso de los años, las arterias pierden elasticidad y se endurecen, lo que dificulta el flujo sanguíneo y eleva la presión dentro de los vasos. A este proceso natural se suman factores de riesgo como el sobrepeso, el sedentarismo, la mala alimentación, el consumo excesivo de sal, el tabaquismo y el estrés. Además, algunas enfermedades crónicas como la diabetes o la insuficiencia renal pueden favorecer la aparición de hipertensión.
Causas más frecuentes
En los adultos mayores, la hipertensión puede tener múltiples causas combinadas:
Envejecimiento arterial: la pérdida de flexibilidad de las arterias aumenta la resistencia al paso de la sangre.
Hábitos poco saludables: dietas ricas en sodio, grasas saturadas y alcohol.
Sedentarismo: la falta de actividad física debilita el sistema cardiovascular.
Estrés crónico: contribuye a la liberación de hormonas que elevan la presión arterial.
Predisposición genética: tener familiares con hipertensión incrementa el riesgo.
Otras enfermedades: como la diabetes, la apnea del sueño o los problemas renales.
Síntomas y detección
Una de las características más peligrosas de la hipertensión es que muchas veces no da síntomas. Sin embargo, algunas personas pueden experimentar dolores de cabeza, mareos, zumbidos en los oídos o visión borrosa. Por eso, el control regular de la presión arterial es fundamental, especialmente después de los 60 años. Los chequeos médicos periódicos permiten detectar la hipertensión a tiempo y evitar complicaciones. En muchos casos, basta con una medición sencilla para iniciar un seguimiento y un tratamiento adecuado.
Prevención y control
Aunque la edad es un factor no modificable, existen muchas maneras de prevenir o controlar la hipertensión:
Adoptar una alimentación saludable: priorizar frutas, verduras, legumbres, granos integrales y reducir el consumo de sal, embutidos y comidas procesadas.
Mantener un peso adecuado: el exceso de peso sobrecarga el corazón y las arterias.
Realizar actividad física regular: caminar, nadar o hacer ejercicios suaves al menos 30 minutos al día mejora la circulación y reduce la presión.
Evitar el consumo de tabaco y alcohol: ambos elevan la presión y dañan los vasos sanguíneos.
Controlar el estrés: practicar técnicas de relajación, meditación o actividades recreativas ayuda a mantener una presión estable.
Tomar la medicación indicada: en caso de diagnóstico, seguir el tratamiento farmacológico y no suspenderlo sin supervisión médica.
Monitoreo domiciliario: usar tensiómetros digitales facilita el control diario y permite detectar cambios a tiempo.
Una vida activa, el mejor tratamiento
Envejecer no significa resignarse a las enfermedades. Con hábitos saludables, controles médicos regulares y una actitud activa, es posible mantener la presión arterial en niveles normales y disfrutar de una buena calidad de vida. La hipertensión puede ser silenciosa, pero su prevención y manejo dependen en gran medida de decisiones conscientes y cotidianas. En los adultos mayores, cuidar el corazón es cuidar la vida.
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