Mientras el presidente Javier Milei insiste en mostrar señales de estabilidad y éxito macroeconómico, la realidad de millones de familias argentinas expone otra cara del modelo: el endeudamiento creciente como mecanismo de supervivencia. Al igual que el Estado nacional, que aún depende de apoyos financieros externos y ajustes monetarios agresivos, los hogares argentinos se sostienen, cada vez más, con crédito.
Morosidad récord entre las familias
Según el último Informe sobre Bancos publicado por el Banco Central de la República Argentina (BCRA), la morosidad en los créditos al consumo alcanzó en julio un preocupante 5,6% entre las familias, el nivel más alto desde 2009. En contraste, el índice entre empresas se mantuvo en 1,2%. La tasa general de morosidad del crédito al sector privado se ubicó en 3,2%, reflejando una tendencia en alza desde la asunción de Milei en diciembre de 2023, cuando rondaba el 2,5%.
La consultora LCG advirtió que estos valores son comparables a los registrados durante la pandemia de COVID-19, marcando un retroceso alarmante en la capacidad de pago de los hogares. La suba de 0,4 puntos porcentuales en tan solo un mes refleja la velocidad con la que se deterioran las finanzas personales bajo el actual esquema económico.
Más de 12 millones con deudas significativas
Otro dato que prende luces de alerta: en junio de 2025, 12,6 millones de personas acumulaban deudas superiores a los 200.000 pesos (a valores actuales), marcando un nuevo récord. La cifra representa un aumento de 100.000 personas respecto del mes anterior y configura una escalada ininterrumpida de diez meses consecutivos. Aunque el endeudamiento promedio se mantiene relativamente estable, su peso sobre ingresos reales —erosionados por la inflación y el ajuste— no deja de crecer.
El supermercado, en cuotas
Lejos de tratarse de consumo suntuario, gran parte del endeudamiento responde a necesidades básicas. Un informe del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina (Facultad de Ciencias Económicas, UBA) reveló que casi la mitad de los argentinos utiliza la tarjeta de crédito para comprar alimentos.
En diciembre de 2023, el 39% de las compras en supermercados se pagaban con tarjeta de crédito; en mayo de 2025, ese porcentaje trepó al 46%. Al mismo tiempo, el uso del débito cayó del 34% al 27%, y el del efectivo del 20% al 16%. En otras palabras, la comida se financia a 30 días, en cuotas, como reflejo de un salario que no alcanza.
Un modelo con costo social creciente
La política monetaria del Gobierno —basada en la restricción de pesos en circulación como mecanismo para controlar la inflación— genera efectos colaterales cada vez más visibles. Mientras la inflación muestra cierta desaceleración, el costo se traslada al consumo interno y al crédito productivo, hoy prácticamente paralizado.
En julio, antes del endurecimiento monetario de agosto, las tasas de interés ya se ubicaban en niveles prohibitivos: los plazos fijos superaban el 50% anual, y las letras del Tesoro alcanzaban rendimientos del 75%. La duplicación de los encajes bancarios al 53% (el más alto desde 1993) redujo la capacidad prestable de los bancos y profundizó la caída del crédito al consumo.
La recesión, una amenaza latente
Con precios que habrían vuelto a subir por encima del 2% mensual en septiembre, y sin una recuperación del poder adquisitivo visible en el corto plazo, los analistas privados ya anticipan un segundo semestre recesivo. La brecha entre el discurso oficial —que insiste en hablar de “ordenamiento” y “confianza del mercado”— y la economía real —que se financia con tarjetas y créditos personales— parece ensancharse cada vez más.
Lejos de representar un fenómeno transitorio, el endeudamiento se consolida como un pilar silencioso del modelo libertario. El Estado nacional ajusta con dureza, y los ciudadanos hacen lo mismo en su economía doméstica: aplazan pagos, refinancian deudas y resignan consumo.
Un país que sobrevive con lo justo
A casi un año del inicio de su mandato, el Gobierno de Javier Milei exhibe una aparente fortaleza fiscal y control del gasto, pero la contracara es una sociedad que vive endeudada y con menor margen de maniobra. En la práctica, los argentinos comienzan a experimentar lo que podría describirse como una “economía de subsistencia con tarjeta de crédito”.
Como su propio presidente, que gobierna dependiendo del respaldo de organismos internacionales y mercados financieros, millones de ciudadanos sobreviven fiados, apostando a un futuro que, por ahora, no se deja ver.
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