La relación entre la Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido, desde hace décadas, una historia de idas y vueltas, marcada por acuerdos récord, cancelaciones completas y nuevos compromisos que la colocan hoy como el principal deudor del organismo a nivel mundial.
En 2005, bajo la presidencia de Néstor Kirchner, el país sorprendió al mundo al cancelar de un solo pago casi 10 mil millones de dólares, cerrando un ciclo de endeudamiento con el FMI que se arrastraba desde la década del 80. Ese gesto político y económico abrió un período que se extendió por más de una década, en el que Argentina no recurrió al organismo en busca de financiamiento.
Sin embargo, la historia cambió de rumbo en 2018, cuando el gobierno de Mauricio Macri firmó un acuerdo stand-by por hasta 57 mil millones de dólares, el más grande en la historia del Fondo. Si bien no todos los desembolsos llegaron a concretarse, el nivel de deuda volvió a ubicarse en niveles altísimos.
La llegada de Alberto Fernández a la presidencia en 2019 implicó una renegociación: en 2022 se alcanzó un nuevo programa bajo la modalidad de “Facilidades Extendidas”, que permitió refinanciar parte de esos compromisos. Durante esa etapa, los saldos pendientes rondaban los 30 mil millones de dólares, reflejando pagos parciales y desembolsos sucesivos.
Con el cambio de gobierno en 2023, la gestión de Javier Milei volvió a colocar al FMI en el centro de la política económica. En abril de 2025 se acordó un nuevo programa de financiamiento por unos 20 mil millones de dólares, lo que elevó los compromisos pendientes hasta superar los 40 mil millones de dólares a mediados de ese año.
La evolución de la deuda argentina con el FMI puede graficarse como una montaña rusa: de la cancelación total en 2005, a un endeudamiento récord en 2018, seguido de intentos de refinanciación en 2022 y un nuevo salto en 2025. En la actualidad, el país se ubica al tope de la lista de deudores del Fondo, muy por encima de naciones como Ucrania, Egipto o Pakistán.
Este recorrido no es solo una sucesión de cifras: refleja los vaivenes de la política económica argentina, sus recurrentes crisis de balanza de pagos y la dificultad de sostener una senda de estabilidad sin recurrir a auxilios externos. Lo que en 2005 parecía un capítulo cerrado, veinte años después se reabrió con más fuerza que nunca, y hoy vuelve a plantear interrogantes sobre el futuro de la relación entre la Argentina y el FMI.
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