La foto actual de la industria láctea argentina muestra un escenario de colapso que amenaza con reconfigurar el mapa productivo del país. Cuatro empresas históricas –SanCor, ARSA, Lácteos Verónica y La Suipachense– atraviesan una crisis sin precedentes: plantas paralizadas, concursos de acreedores, deudas millonarias, cheques rechazados y miles de familias sin certezas sobre su futuro. En total, son más de 2.200 trabajadores directos los que ven en riesgo sus empleos, mientras que tambos, proveedores y comunidades enteras del interior productivo sienten de lleno el impacto de esta debacle.
El derrumbe responde a un cóctel explosivo de consumo en baja, costos de producción en alza, tasas financieras prohibitivas y problemas de gestión. A ello se suma el avance de segundas marcas más baratas, que ganan terreno frente a consumidores golpeados por la pérdida del poder adquisitivo. El resultado es una crisis que no solo compromete a las empresas, sino también al entramado social y económico de las regiones donde operan.
SanCor, que supo ser la mayor cooperativa láctea del país, sigue en concurso preventivo con un pasivo superior a u$s400 millones y una producción reducida a una mínima parte de su capacidad histórica.
ARSA, bajo control de Vicentin y la venezolana Maralac, mantiene sus plantas cerradas desde mayo y acumula deudas millonarias; en el sector ya se habla de quiebra inminente.
Lácteos Verónica, con tres plantas en Santa Fe, atraviesa un Procedimiento Preventivo de Crisis, paga sueldos en cuotas y redujo drásticamente su nivel de procesamiento.
La Suipachense, también gestionada por Maralac, quedó acéfala y sin producción, con deudas que superan los $5.800 millones y un futuro incierto para los 150 trabajadores que intentan sostenerla.
El golpe a estas empresas trasciende lo económico: cada planta que se apaga implica menos trabajo para los tamberos remitentes, comercios con ventas desplomadas, transportistas sin actividad y comunidades sumidas en la incertidumbre. El futuro inmediato de estas compañías parece estar más cerca de la quiebra definitiva que de una posible recuperación, en un sector que históricamente fue motor del interior productivo argentino.
