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Mientras se generan menos residuos por la crisis, más personas viven de la basura

Cada vez más personas viven de la basura, pero los argentinos generan menos residuos por la crisis. En medio de una crisis económica que no da tregua, una paradoja silenciosa se extiende por las calles del país: mientras más personas recurren a la basura como sustento, hay menos residuos y de menor calidad para recuperar. La informalidad crece, pero las fuentes de ingresos se achican.

Según datos relevados por entidades oficiales y cooperativas de reciclado, en los últimos meses se observa una caída sostenida en la cantidad de residuos sólidos urbanos recolectados en varias ciudades del país, especialmente en grandes centros urbanos como el conurbano bonaerense, Córdoba y Rosario. La explicación principal: la crisis obliga a los hogares a reutilizar más, a reparar lo que antes se desechaba y a consumir menos productos con envases recuperables.

Este fenómeno impacta directamente en la actividad de miles de recicladores urbanos —los llamados “cartoneros” o “cirujas”— que dependen de lo que otros tiran para subsistir. “Hoy la gente compra menos, tira menos, y lo que desecha ya no sirve tanto. Hay menos cartón limpio, menos plástico útil, y mucha más competencia entre nosotros”, cuenta César, de 47 años, cartonero en la zona sur del Gran Buenos Aires. Recorre diariamente más de 15 cuadras para juntar lo justo para sobrevivir.

Desde la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) afirman que no solo disminuyó el volumen de materiales reciclables, sino que su valor de mercado también cayó, debido a la saturación de oferta y a la baja demanda de la industria del reciclado, que también enfrenta su propia recesión. “El kilo de cartón limpio que antes se pagaba entre 30 y 40 pesos ahora ronda los 20 o menos. Y ni hablar del plástico o aluminio, que están muy por debajo de lo necesario para que esto sea rentable”, explican.

La crisis que cambia hábitos

Por otro lado, especialistas en consumo y residuos coinciden en que la situación económica modificó los hábitos de las familias. En muchos hogares, los envases de vidrio se lavan y se reutilizan. Las bolsas plásticas se guardan para futuros usos. Las cajas de cartón se convierten en organizadores caseros. Incluso las botellas PET ahora suelen usarse para rellenar “ecoladrillos”, una forma de reciclaje doméstico que reduce aún más lo que se desecha. “La gente piensa dos veces antes de tirar algo. Hay una conciencia ecológica en crecimiento, pero también hay una necesidad concreta de aprovechar todo al máximo”, señala Laura Pujol, socióloga especialista en consumo popular.

Más gente buscando, menos para encontrar

La paradoja se agudiza al considerar que cada vez más personas —expulsadas del mercado laboral formal o con ingresos que ya no alcanzan— encuentran en la recolección informal una alternativa desesperada. Esto genera una sobreoferta de buscadores y una competencia desigual por los pocos residuos que aún circulan. En algunos barrios, ya no es raro ver disputas por bolsas de residuos, o ver a varias personas recorriendo las mismas cuadras con carros improvisados, muchas veces incluso antes de que pase el camión recolector.

Una urgencia social y ambiental

Organizaciones sociales y ambientales alertan que esta situación debe ser atendida con urgencia. Reclaman más apoyo a las cooperativas de reciclado, incentivos para la economía circular y políticas públicas que contemplen a los recicladores como trabajadores esenciales en la gestión de residuos. “No se puede dejar en manos del azar el sustento de miles de familias ni la gestión de los residuos urbanos. La informalidad es una respuesta al abandono del Estado”, denuncian desde FACCyR. Mientras tanto, la realidad golpea a diario: más personas dependen de la basura, pero la basura ya no alcanza.

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