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De enero a junio se registraron 44 sismos en Vaca Muerta y hay preocupación

La tierra tiembla en Vaca Muerta: crece la actividad sísmica inducida y preocupa a las comunidades. La región de Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén, ha experimentado un incremento sin precedentes en la actividad sísmica durante los últimos años, una situación que se ha intensificado en los primeros meses de 2025. Solo entre enero y junio se registraron más de 44 movimientos sísmicos, de los cuales al menos 35 estarían directamente vinculados a la actividad del fracking, según estudios técnicos y reportes oficiales.

Una tendencia creciente y sostenida

Esta no es una situación aislada. Desde que comenzaron las operaciones de fractura hidráulica a gran escala en Vaca Muerta, allá por 2012, pero sobre todo desde 2018 en adelante, los sismos se han vuelto cada vez más frecuentes. Se estima que el total acumulado ya ronda los 500 eventos sísmicos, con picos notables en 2022 y 2024, años en los que se contabilizaron más de 50 sismos anuales en la provincia, la mayoría con epicentros localizados en zonas de alta actividad extractiva.

La particularidad de estos temblores reside en su profundidad y ubicación: mientras los sismos naturales típicos de la región cordillerana se originan a unos 96 kilómetros de profundidad en promedio, los sismos registrados en la zona de Vaca Muerta tienden a producirse a entre 5 y 10 kilómetros de profundidad, con epicentros cercanos a los sitios donde se ejecutan tareas de inyección y extracción.

Más frecuentes, más cerca, más inquietantes

En cuanto a la magnitud, la mayoría de los sismos se ubican entre los 2.5 y 3.5 grados en la escala de Richter, aunque se han registrado eventos que superaron los 4.0, especialmente en zonas como Sauzal Bonito, Añelo y Tratayén. Si bien no suelen causar daños estructurales graves, los temblores son lo suficientemente fuertes como para ser percibidos por la población, generando temor e incertidumbre. En varias viviendas se han detectado grietas en paredes y techos, y numerosos vecinos reportan ruidos subterráneos, vibraciones y caída de objetos.

Una comunidad en estado de alerta

La preocupación en las localidades afectadas va en aumento. Sauzal Bonito, una de las comunidades más afectadas, ha sido testigo de más de 300 sismos en los últimos cinco años. Allí, los vecinos han reclamado en reiteradas oportunidades por controles más estrictos, la instalación de sismógrafos adicionales y la creación de protocolos de emergencia, pero hasta el momento las respuestas han sido parciales o inexistentes.

En la región no se ha implementado aún un sistema de alerta temprana, ni existen protocolos sísmicos preventivos específicos vinculados a la actividad hidrocarburífera. Además, se advierte una falta de información clara y acceso público a los datos en tiempo real, lo que alimenta la desconfianza de la población.

Fractura hidráulica y sismicidad inducida

Numerosas investigaciones geológicas y académicas, tanto nacionales como internacionales, han confirmado la relación directa entre el fracking y los sismos inducidos. El mecanismo es relativamente conocido: la inyección de fluidos a alta presión modifica las presiones internas en las fallas geológicas, lo que puede generar deslizamientos repentinos que provocan pequeños terremotos. Esta sismicidad no es necesariamente peligrosa en términos absolutos, pero su acumulación y frecuencia constante representan un riesgo creciente, especialmente si se realiza sin monitoreo adecuado.

La combinación entre falta de regulación, débil monitoreo sísmico y expansión acelerada de pozos constituye un cóctel inquietante. Actualmente hay más de 1.900 pozos activos en Vaca Muerta, y se estima que ese número podría duplicarse en los próximos años si se mantiene la tendencia de inversión y explotación. Con ello, se espera también un aumento en la actividad sísmica asociada.

Desarrollo energético sí, pero responsable

Vaca Muerta representa uno de los pilares estratégicos del futuro energético de la Argentina. Sin embargo, el desarrollo no convencional de hidrocarburos impone desafíos urgentes en términos ambientales, geológicos y sociales. La creciente sismicidad inducida es uno de ellos, y ya no puede ser ignorada.

Lo que está en juego no es solo la viabilidad de un modelo extractivo intensivo, sino también la seguridad de las comunidades que viven sobre una tierra que ya no es estable. La ciencia ya ha dado señales claras. Ahora es el turno de que las autoridades provinciales y nacionales asuman el compromiso de regular, controlar y mitigar los impactos, antes de que la actividad sísmica deje de ser simplemente una molestia perceptible para transformarse en un problema mayor.

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