El suicidio y los intentos de suicidio se han convertido en una de las principales preocupaciones sanitarias en Argentina. Según el último Boletín Epidemiológico Nacional del Ministerio de Salud, este fenómeno representa “un problema de salud pública creciente y prioritario, tanto a nivel mundial como regional y nacional”.
La frase no es menor: refleja una situación alarmante que se intensifica con el paso del tiempo y que exige una intervención urgente y coordinada de todos los sectores sociales. Uno de los datos más preocupantes del informe es que en Argentina se registran en promedio 22 intentos de suicidio por día.
Esta cifra —que probablemente sea aún mayor debido a casos no denunciados o mal registrados— pone en evidencia la magnitud de un problema muchas veces silenciado o invisibilizado. La salud mental, por años relegada en la agenda pública, emerge hoy como un componente central en la discusión sanitaria, social y educativa del país.
El contexto post-pandémico, las crisis económicas, los cambios en los vínculos sociales y el impacto de las redes digitales en la salud emocional han creado un entorno propicio para el crecimiento de esta problemática, en especial entre adolescentes y jóvenes. Lejos de ser una cuestión individual, el intento de suicidio es un síntoma de un entramado social que necesita respuestas colectivas, políticas públicas firmes y un cambio cultural profundo respecto al modo en que se aborda el sufrimiento psíquico.
El suicidio representa una de las principales causas de muerte a nivel mundial, y Argentina no es la excepción. Según el último Boletín Epidemiológico Nacional del Ministerio de Salud, entre 2010 y 2019 se registraron 31.847 muertes por suicidio en el país, lo que equivale a aproximadamente ocho fallecimientos por día.


Además, se estima que por cada suicidio consumado, hay al menos 20 intentos, lo que sugiere que podrían estar ocurriendo alrededor de 160 intentos de suicidio diarios en Argentina. Este fenómeno afecta especialmente a los jóvenes: el suicidio es la segunda causa de muerte por lesiones externas entre los 15 y 29 años en el país.
La pandemia de COVID-19 ha exacerbado los factores de riesgo asociados al suicidio, como la pérdida de empleo, el deterioro económico familiar, los traumas, los abusos y los trastornos mentales. En respuesta a esta problemática, el gobierno argentino ha implementado diversas políticas públicas.
La Ley Nacional de Prevención del Suicidio Nº 27.130, sancionada en 2015, establece la atención biopsicosocial, la investigación científica y epidemiológica, y la capacitación profesional en la detección y atención de personas en riesgo de suicidio. Además, se ha creado el “Programa de Abordaje Integral de la Problemática del Suicidio”, que busca fortalecer el abordaje integral de la problemática del suicidio a través de la implementación de estrategias intersectoriales de prevención, asistencia y posvención.
La forma en que se comunica sobre el suicidio en los medios de comunicación puede influir en la población vulnerable. Por ello, se recomienda interpretar las estadísticas de manera correcta, evitar las generalizaciones y las descripciones detalladas del método del suicidio, y dar a conocer los servicios de salud mental y líneas telefónicas de ayuda disponibles.
El aumento de los intentos de suicidio en Argentina es un problema de salud pública que requiere una respuesta integral y coordinada. Es fundamental continuar fortaleciendo las políticas públicas, mejorar la vigilancia epidemiológica y promover una comunicación responsable para prevenir el suicidio y salvar vidas.
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