
En la Argentina actual, no solo se libra una disputa económica o partidaria: también se está librando una batalla simbólica, cultural y profundamente ideológica. A diario, en discursos oficiales, decisiones de política pública y contenidos mediáticos, se está instalando —de manera más o menos explícita— una desvalorización del conocimiento, de la formación académica y del pensamiento crítico. Esta ofensiva no es nueva, pero sí es inédita su crudeza y la amplitud de sus frentes de ataque.
En este contexto, la educación pública —históricamente uno de los pilares del desarrollo argentino y motor de movilidad social ascendente— se encuentra en el centro de la tormenta. Las universidades, los organismos científicos y el sistema educativo en general son presentados por ciertos sectores como gastos superfluos, espacios ideologizados o, directamente, como obstáculos para el progreso. El conocimiento ha dejado de ser un valor compartido y empieza a ser visto como una amenaza a desarticular.
Lo más inquietante es que este relato no se limita al ámbito político o presupuestario. También ha comenzado a permear con fuerza el terreno de los contenidos dirigidos a la infancia y la juventud. Un ejemplo que generó fuerte controversia fue una escena del canal infantil estatal Paka Paka, donde uno de los personajes afirmaba con liviandad que “no hace falta estudiar para ser alguien en la vida”. La frase, lejos de ser un mero guion descontextualizado, revela una tendencia más profunda: la naturalización de un discurso que deslegitima el esfuerzo educativo y la preparación intelectual como caminos válidos —y necesarios— hacia el desarrollo personal y colectivo.
¿Qué hay detrás de este tipo de mensajes? ¿Es simplemente un error de comunicación, una anécdota aislada, o forma parte de un clima cultural más amplio que apunta a desarticular el valor de lo público, lo colectivo y lo formativo? En este artículo, exploramos las raíces ideológicas de esta ofensiva contra el conocimiento, sus implicancias concretas en la política educativa y científica del país, y los riesgos que conlleva para el futuro de una sociedad que, históricamente, hizo de la educación un motivo de orgullo.
En los últimos meses, la sociedad argentina ha sido testigo de un discurso cada vez más hostil hacia el conocimiento, la educación pública y la producción científica. Este fenómeno no se limita a declaraciones de funcionarios o recortes presupuestarios: ha comenzado a permear también los contenidos …

culturales y audiovisuales dirigidos a niños y adolescentes. Uno de los ejemplos más discutidos recientemente es una escena emitida por el canal infantil Paka Paka, donde un personaje afirmaba que “no hace falta estudiar para ser alguien en la vida”. ¿Descuido aislado o síntoma de una tendencia más profunda?
Una narrativa que se construye
El desprecio por la educación pública no es nuevo, pero en la Argentina actual ha tomado un cariz más estructural. Los ataques verbales a las universidades, presentadas como “centros de adoctrinamiento” o “espacios parasitarios”, buscan deslegitimar una de las instituciones más prestigiosas del país: un sistema universitario gratuito, inclusivo y científicamente productivo. Desde 2023, los recortes a la inversión en ciencia y tecnología han sido severos, lo que impactó en proyectos estratégicos en salud, energía, software e industria. La narrativa oficial parece querer instalar que invertir en ciencia es un gasto innecesario y que el mérito ya no pasa por la formación, sino por el ingenio o la “viveza” individual. En ese marco, contenidos como los de Paka Paka adquieren una nueva gravedad.
El caso Paka Paka: ¿error o reflejo?
El canal estatal, creado en 2010, fue durante años un faro de contenidos pedagógicos de calidad. Que en ese mismo espacio se difunda ahora una idea que desincentiva el estudio es más que preocupante. La frase en cuestión podría parecer inocente o incluso un intento torpe de transmitir autoestima a los niños, pero en el contexto actual resuena como un eco del desmantelamiento simbólico de la educación pública. ¿Qué está en juego cuando se dice a millones de chicos que no necesitan estudiar? No se trata solo de un desacierto pedagógico, sino de un mensaje político: si la educación no importa, entonces no hace falta reclamar por su calidad, su gratuidad ni por los salarios de quienes la sostienen.
¿A quién le sirve una sociedad que no estudia?
Los sectores de poder que promueven la desvalorización de la educación suelen tener algo en común: no la necesitan. Son los sectores privilegiados, capaces de pagar escuelas privadas, universidades en el extranjero y redes de contactos que reemplazan títulos. Una sociedad con menor acceso al conocimiento es una sociedad más fácil de manipular, menos crítica, más fragmentada. Desprestigiar a científicos, ridiculizar a docentes y sugerir que el esfuerzo académico no vale la pena tiene efectos concretos: menos investigación, menos desarrollo, menos movilidad social. En una economía global donde el conocimiento es clave, este modelo no solo empobrece culturalmente, sino que condena al país al atraso.
Defender el derecho a saber
Frente a este escenario, no alcanza con criticar. Es necesario reivindicar con fuerza el valor del conocimiento. Defender a la universidad pública no es un acto corporativo: es una defensa del futuro. Cuidar el sistema científico no es un lujo de elites académicas: es garantizar autonomía tecnológica, salud y soberanía. Y sobre todo, educar —con el ejemplo, los medios y las políticas— que estudiar importa. Que ser alguien en la vida implica pensar, entender, y aportar al bien común. Que ningún mensaje, por más edulcorado o animado que parezca, puede reemplazar la verdad profunda: sin educación, no hay libertad.
TE NECESITAMOS
El periodismo social y comunitario está desapareciendo por no tener sustentos. ECOS sobrevive gracias a la vocación de sus editores y la colaboración de corazones solidarios que cada mes nos ayudan con donaciones. Pero es muy poco, ¡¡NO ALCANZA!! y necesitamos que tomes conciencia de que sin un compromiso de todos en el sostenimiento, quienes hacemos esto tendremos que dejar de hacerlo. Hazlo hoy, ya que mañana podría ser tarde.