Search

Que el odio de unos pocos no destruya todo lo que podríamos hacer todos juntos

En tiempos de grieta y discurso de odio, vale recordar que los argentinos supimos ser ejemplo de unión, resiliencia y esperanza. Lo mejor que hicimos, lo hicimos juntos. Y lo mejor que viene, también será así. Que la locura y el odio de unos pocos no destruyan lo que podemos construir juntos

Hay momentos en que un país se mira al espejo y no se reconoce. Ve sus heridas abiertas, sus contradicciones más filosas, sus fantasmas de siempre bailando al compás del presente. Pero también hay otros momentos —más silenciosos, menos espectaculares— en que ese mismo país se reconoce en lo mejor de sí. En la capacidad de unirse en la adversidad, de convertir el dolor en fuerza, la bronca en arte, la esperanza en acción.

La Argentina es eso. Un territorio donde conviven las grietas más profundas con los abrazos más intensos. Donde el amor por la camiseta puede ser más fuerte que la política, que la ideología, que cualquier frontera inventada. Donde un Papa nacido en Flores puede hablarle al mundo desde Roma con la voz de una abuela del conurbano.

Donde el héroe de historieta no vuela ni dispara rayos, sino que camina en grupo, con paso firme, esquivando la nieve mortal junto a sus vecinos. Porque el heroísmo argentino, si existe, no es individual: es colectivo, coral, imperfecto y terco como nosotros. Y sin embargo, hay quienes insisten en dividirnos. En sembrar odio como quien siembra trigo, con la esperanza de cosechar poder, caos o simplemente destrucción.

Hay una locura planificada que se disfraza de rebeldía, que se disemina por pantallas y micrófonos, que grita para no escuchar, que insulta para no pensar. Una locura que quiere convencernos de que no valemos nada, de que la historia fue un error, de que no tenemos futuro. Que quiere desarmar el tejido social con la excusa de reconstruirlo desde cero, como si la vida fuera una maqueta sin personas adentro.

Pero no. No somos eso.

Somos los que salimos a la calle a celebrar una copa del mundo como si fuera la primera vez, abrazando al desconocido como si fuera un hermano. Somos los que lloramos con Messi no solo por los goles, sino porque en su cara vimos la nuestra: la del que insiste, la del que tropieza pero se levanta, …

TE NECESITAMOS

El periodismo social y comunitario está desapareciendo por no tener sustentos. ECOS sobrevive gracias a la vocación de sus editores y la colaboración de corazones solidarios que cada mes nos ayudan con donaciones. Pero es muy poco, ¡¡NO ALCANZA!! y necesitamos que tomes conciencia de que sin un compromiso de todos en el sostenimiento, quienes hacemos esto tendremos que dejar de hacerlo. Hazlo hoy, ya que mañana podría ser tarde.

la del que no abandona. Somos las madres de pañuelo blanco y los jóvenes que llenan las plazas con libros, música y memoria. Somos los que levantan una olla popular en medio del ajuste, los que enseñan sin cobrar, los que curan con lo que tienen, los que inventan trabajo donde no hay.

Argentina duele, sí. Pero también vibra. Canta. Se planta. Se levanta.

Y por eso no podemos permitir que unos pocos nefastos arrasen con lo que tanto costó construir. Que el odio tape la historia, que la violencia calle la voz del diálogo, que el cinismo reemplace la empatía. No podemos aceptar que el “sálvese quien pueda” se imponga sobre el “nadie se salva solo”. Porque no es cierto que estemos condenados al fracaso. Estamos llamados a la esperanza, aunque no sea fácil. Aunque nos hayan fallado, aunque estemos cansados.

El Eternauta lo decía: el enemigo no siempre tiene rostro. A veces viene con forma de nieve, de miedo, de indiferencia. Pero también decía que la única forma de resistir era juntos. En la calle, en el barrio, en la fábrica, en la escuela. Que la épica está en la solidaridad, no en el sálvese solo. Que el verdadero apocalipsis es rendirse.

Y no nos vamos a rendir.

Porque hay una Argentina posible. Está en el chico que aprende a leer en una escuela pública. En la madre que cocina para veinte con lo que tiene para cinco. En el científico que vuelve al país para investigar. En el obrero que viaja tres horas para llegar a su laburo. En la hinchada que canta aunque vaya perdiendo. En el cura villero que banca la parada. En el abuelo que guarda la estampita del Papa junto al póster del Diego. En cada gesto de amor donde podría haber odio.

A esa Argentina tenemos que cuidarla. Con todo. No desde la ingenuidad, sino desde la convicción. No desde el fanatismo, sino desde la memoria. No desde el marketing, sino desde el compromiso diario.

Que la locura de unos pocos no apague la cordura de muchos. Que el odio no gane la batalla cultural. Que no nos arranquen la ternura, el arte, la risa, el mate compartido, el barrio que todavía late. Que no nos hagan creer que no vale la pena pelearla.

Porque vale. Porque lo bueno está ahí, esperando que lo defendamos. Porque lo mejor que hicimos, lo hicimos juntos. Y lo mejor que viene, también lo vamos a hacer así: con todos.

Anuncio-13
Compartir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *