Search

En el día mundial de la libertad de prensa, condenamos a quienes persiguen al periodismo confiable

El 3 de Mayo de 1991 fue decretado como el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Se eligió esta fecha para conmemorar la Declaración de Windhoek, Namibia (África) para el Fomento de una Prensa Africana Independiente y Pluralista. La resolución de 1991 titulada Fomento de la libertad de prensa en el mundo reconoció que una prensa libre, pluralista e independiente era un componente esencial de toda sociedad democrática.

Pero en Argentina el periodismo libre se encuentra bajo asedio constante: la ofensiva del gobierno de Javier Milei y el valor irrenunciable de la libertad de prensa. Desde que Javier Milei asumió la presidencia de Argentina en diciembre de 2023, una parte sustancial del periodismo independiente en el país ha sido blanco de ataques verbales, estigmatización pública, presiones económicas y deslegitimación sistemática.

Lo que comenzó como una estrategia de campaña para polarizar el debate mediático se ha consolidado como una política activa desde el Estado: la confrontación con la prensa crítica, especialmente aquella que no se alinea con el ideario libertario del presidente, ha alcanzado niveles alarmantes para una democracia constitucional.

La libertad de expresión, bajo sospecha

Milei no oculta su desprecio por los medios tradicionales. Desde sus redes sociales, en conferencias de prensa o incluso en discursos oficiales, ha calificado a periodistas de “ensobrados”, “basura”, “sicarios de la pluma” o “operadores del colectivismo”. Su gobierno ha alimentado un relato donde la crítica mediática no es entendida como una función natural de la democracia, sino como una forma de ataque ideológico.

En este marco, cuestionar al gobierno es equivalente a ser parte de una conspiración o “una casta mediática parasitaria”, como la ha llamado el propio mandatario. Estas agresiones no son sólo simbólicas. Desde la llegada de Milei al poder, medios y periodistas han denunciado:

Recortes abruptos de pauta oficial para medios críticos, especialmente en el interior del país.
Desacreditaciones personales en redes oficiales del gobierno.
Bloqueo de acceso a fuentes públicas de información.
Exclusión de conferencias de prensa a determinados medios.
Hostigamiento a trabajadores de prensa por parte de funcionarios y militantes libertarios.

El caso de Cynthia García, agredida verbalmente en redes tras un comentario crítico, o el de Ari Lijalad, perseguido judicialmente por investigar vínculos de funcionarios con operaciones financieras, son sólo algunos ejemplos recientes. Organizaciones como FOPEA (Foro de Periodismo Argentino) y Reporteros Sin Fronteras han expresado su preocupación por el deterioro de las condiciones para ejercer el periodismo libre en Argentina.

TE NECESITAMOS

El periodismo social y comunitario está desapareciendo por no tener sustentos. ECOS sobrevive gracias a la vocación de sus editores y la colaboración de corazones solidarios que cada mes nos ayudan con donaciones. Pero es muy poco, ¡¡NO ALCANZA!! y necesitamos que tomes conciencia de que sin un compromiso de todos en el sostenimiento, quienes hacemos esto tendremos que dejar de hacerlo. Hazlo hoy, ya que mañana podría ser tarde.

¿Por qué Milei ataca tanto al periodismo?

La hostilidad hacia la prensa no es nueva entre líderes con perfiles populistas y autoritarios. Desde Donald Trump en Estados Unidos hasta Nayib Bukele en El Salvador, pasando por Jair Bolsonaro en Brasil o Viktor Orbán en Hungría, muchos gobernantes han encontrado en el enfrentamiento con los medios una herramienta útil para consolidar poder, distraer de errores propios y fidelizar a sus bases electorales.

Milei ha importado ese modelo de comunicación confrontativa: construye un relato dicotómico donde él representa “la verdad”, “el sentido común” o “el pueblo productivo”, mientras que el periodismo representa el “relato progre”, “la decadencia” o la “casta”. Al eliminar los matices del discurso público, busca deslegitimar cualquier voz crítica como interesada, vendida o ideologizada. En ese clima, el periodismo pierde su rol de contrapeso. Se transforma en enemigo, y los periodistas en objetivos.

Sin periodismo libre, no hay democracia

La Constitución argentina garantiza el derecho a la libertad de expresión y el libre acceso a la información pública. La prensa no es un actor decorativo del sistema: es una institución fundamental. Cuando los gobiernos hostigan a los periodistas, no sólo atacan a una profesión, sino al derecho ciudadano de estar informado.

El periodismo existe para incomodar, para hacer preguntas difíciles, para mostrar lo que el poder quiere ocultar. No se trata de ser oposición ni oficialismo, sino de ser fieles a la verdad. Si un periodista revela corrupción, negligencia o abuso, está haciendo su trabajo. Que un gobierno no tolere eso, habla más del gobierno que del periodista.

Una tendencia global preocupante

Lo que sucede hoy en Argentina se enmarca en una tendencia global donde la libertad de prensa se encuentra cada vez más amenazada. Según el último informe de Reporteros Sin Fronteras (2024), el 70% de los países analizados presentan condiciones adversas para el ejercicio del periodismo. En América Latina, los casos de Nicaragua, Venezuela y El Salvador muestran lo rápido que puede degradarse el derecho a la información cuando el poder decide suprimirlo.

La diferencia con estos países, al menos hasta ahora, es que en Argentina aún funcionan las instituciones republicanas y existe una sociedad civil activa que resiste. Sin embargo, los primeros síntomas no deben minimizarse. Cada periodista silenciado, cada medio estrangulado financieramente, es una alerta.

El futuro depende de la verdad

Frente a este panorama, es urgente reivindicar el valor de los periodistas libres. Aquellos que, aún con salarios bajos, precarización y hostigamiento, siguen en las calles, en los barrios, en los pasillos del poder, contando lo que pasa. Ellos no son enemigos de nadie: son aliados de la democracia.

El gobierno de Javier Milei, si verdaderamente se asume como defensor de la libertad individual, debe empezar por respetar la más esencial de todas: la libertad de expresión. Gobernar con una prensa crítica no es una amenaza, es una prueba de madurez institucional. La historia no recuerda con respeto a quienes persiguieron voces, sino a quienes supieron gobernar con ellas. Porque el periodismo libre no se negocia. Se defiende. Siempre.

Compartir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *