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No lo dudes, anímate y sé valiente, ya que ellos son quienes escriben la historia

chico joven

Hay frases que se quedan a vivir en el alma. Algunas se deslizan entre las páginas de un libro, otras se pronuncian en voz baja antes de una gran decisión, y algunas se graban con fuego en la conciencia colectiva de los pueblos. “La historia solo la escriben los valientes” es una de ellas. No es solo una declaración. Es un espejo, una brújula, una pregunta que incomoda y, al mismo tiempo, impulsa.

Vivimos en una época donde todo parece estar dicho, donde la velocidad con la que transcurre el mundo amenaza con dejar en la orilla a quienes dudan. Pero la historia, esa memoria profunda de los pueblos, no se construye con prisas ni desde la comodidad. Se forja con actos, con decisiones difíciles, con coraje. Con la voluntad de mirar al abismo y aún así dar un paso más.

Desde las trincheras silenciosas de quienes defendieron causas justas hasta los balcones desde donde se proclamaron libertades, cada capítulo relevante de la humanidad ha tenido detrás a una persona —o a muchas— que eligió el valor en lugar del miedo. No eran necesariamente héroes natos, sino seres humanos comunes que se atrevieron a hacer lo que otros no. A decir lo que era necesario. A resistir cuando todo parecía perdido. A crear cuando todo invitaba a rendirse.

La valentía no siempre se manifiesta en gestos grandilocuentes. A veces se encuentra en el susurro de una madre que defiende a su hijo frente a la injusticia. En el joven que decide estudiar en medio de la violencia. En la periodista que publica la verdad sabiendo que eso puede costarle todo. En quien emprende, en quien ama sin medida, en quien lucha por sus sueños pese a las dudas. Porque la historia no es solo la que aparece en los libros: también es la que se escribe en lo cotidiano, con actos pequeños pero significativos que cambian el rumbo de una vida, de una comunidad, de un país.

Ser valiente es decidir no ser espectador. Es asumir la responsabilidad de dejar huella. Es comprender que cada decisión importa y que, por más que el mundo nos intente convencer de lo contrario, aún podemos influir en el curso de la historia. Los cobardes critican desde la sombra. Los indiferentes miran hacia otro lado. Pero los valientes… los valientes se arremangan, se levantan, y actúan. Y al hacerlo, construyen futuro.

La historia no se hereda, se escribe. Y quienes se atreven a escribirla, deben hacerlo con el corazón expuesto, con la mirada firme y con una convicción inquebrantable de que vale la pena cambiar el mundo, aunque sea un poco. Porque al final, cuando el polvo se asiente y las voces se acallen, serán sus nombres —los de los valientes— los que resonarán en las generaciones futuras. Como faros, como ejemplo, como fuego que no se apaga.

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