Bahía Blanca se ahoga, no solo en agua, sino en años de desidia, promesas incumplidas y advertencias ignoradas. La reciente inundación que dejó barrios enteros bajo el agua, cientos de evacuados y pérdidas materiales incalculables, no es una sorpresa. Es el resultado directo de una cadena de decisiones —o la falta de ellas— que vienen gestándose desde hace décadas.
Un territorio olvidado por la planificación
Desde hace años, vecinos, ingenieros y ambientalistas vienen advirtiendo sobre la fragilidad del sistema pluvial de la ciudad. Las obras de desagüe son viejas, insuficientes y en muchos casos, mal mantenidas. La expansión urbana avanzó sobre zonas inundables sin un criterio integral, sin planificación sustentable ni controles rigurosos. ¿El resultado? Barrios enteros como Villa Nocito, Vista Alegre, o San Agustín transformados en lagunas cada vez que cae una tormenta fuerte.
El peso de la responsabilidad
Los reclamos vecinales no son nuevos. Tampoco los informes técnicos que señalaban los puntos críticos del sistema de drenaje. Un informe del Colegio de Ingenieros alertaba sobre el “colapso inminente” del sistema pluvial si no se realizaban obras urgentes. Ell Concejo Deliberante debatió, sin resolución, un proyecto para declarar la emergencia hídrica. Mientras tanto, las partidas presupuestarias para infraestructura se recortaban o se desviaban. No es solo un problema de fondos. Es, ante todo, una cuestión de prioridades.
Una ciudad que mira para otro lado
Cada nuevo gobierno local repite la misma receta: diagnóstico, promesa, olvido. Las campañas electorales se llenan de palabras como “obras”, “prevención” y “planificación”, pero al momento de gobernar, el agua sigue entrando por las puertas de los vecinos antes que las soluciones lleguen por las del Municipio.
Lo mismo ocurre con los cauces naturales. Arroyos entubados, obstruidos o directamente ocupados por construcciones ilegales agravan aún más la situación. En lugar de respetar y convivir con el entorno, la ciudad eligió taparlo. Y la naturaleza, cada tanto, pasa factura.
Lo que viene: reconstrucción o repetición
Hoy, con la ciudad todavía secándose y familias enteras intentando recuperar algo de normalidad, surgen las preguntas inevitables: ¿cuánto tiempo pasará hasta que vuelva a pasar? ¿Qué medidas se tomarán ahora? ¿Será este el punto de inflexión que Bahía Blanca necesita?
La inundación de marzo de 2025 no debe quedar como una estadística más. Es el espejo donde se refleja todo lo que está mal: una ciudad que improvisa, que prioriza lo urgente por sobre lo importante, que posterga soluciones hasta que es demasiado tarde.
Pero también puede ser un punto de partida. Para exigir, para organizarnos, para dejar de naturalizar lo evitable. Porque esto no fue una tragedia. Fue una catástrofe anunciada. Y una ciudad que se respeta a sí misma no puede permitirse volver a ignorar las señales.
