Año tras año, la historia se repite, pero en tiempos electorales, el cinismo político alcanza niveles obscenos. Mientras la ciudadanía se ahoga en una crisis económica sin precedentes, con salarios devaluados, inflación persistente en dólares, inseguridad creciente y la presencia alarmante de la pobreza, los dirigentes políticos despliegan un teatro de promesas vacías y estrategias populistas que, lejos de aportar soluciones, solo buscan asegurar sus propios privilegios.
La estrategia es siempre la misma: discursos conmovedores sobre la “situación del pueblo”, gestos de empatía ensayados frente a las cámaras y medidas paliativas que no resuelven nada de fondo. Mientras los ciudadanos hacen malabares para llegar a fin de mes, la clase política dilapida recursos en campañas millonarias, spots publicitarios y espectáculos de supuesta cercanía con la gente.
Los debates políticos se convierten en un circo de acusaciones cruzadas donde nadie asume responsabilidades, y las propuestas concretas brillan por su ausencia. En paralelo, los problemas estructurales del país quedan relegados a un segundo plano. La educación sigue en crisis, el sistema de salud colapsa y la inseguridad se adueña de las calles, pero todo esto parece importar poco a quienes solo ven la política como un trampolín hacia el poder y el enriquecimiento personal.
El mayor insulto a la inteligencia colectiva es el descaro con el que se presentan como los salvadores del país, los mismos que llevan décadas en el poder y que han sido cómplices, cuando no protagonistas, del deterioro social y económico. Sin embargo, cada cuatro o cinco años se visten con el ropaje de la renovación y la esperanza, apostando a la desmemoria de una ciudadanía agotada y desesperada.
Pero el pueblo también tiene responsabilidad. Si bien es víctima del sistema, también es el actor principal de la decisión más importante: a quiénes dará su voto. La indiferencia, el voto castigo sin análisis y la resignación solo perpetúan el ciclo de abuso y desinterés político.
Es hora de exigir transparencia, programas de gobierno reales y compromisos concretos. Es hora de rechazar el cinismo de los de siempre y dar espacio a quienes realmente buscan un cambio estructural. De lo contrario, dentro de unos años, estaremos escribiendo el mismo artículo, en otra elección, con los mismos problemas y los mismos rostros en el poder.
