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Historias de los orígenes y comienzos del distrito de C. Suárez. Capítulo 12

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La “Estancia Curamalán”. Al hacerse cargo de estas tierras, Eduardo Casey O´Neill creó un gran establecimiento sobre ciento once leguas cuadradas. El 13 de agosto de 1881 tomó posesión de los campos otorgados a Don Ángel Plaza Montero. Abarcaban una superficie de 62.498 hectáreas y en ellas se asentaron los pueblos de Sauce Corto, Curumalán, Arroyo Corto, Pigüé, Espartillar, Cascada, Pasman y las estaciones de ferrocarril “Sauce Corto”, “Ducós” y la que hoy se denomina “Estación Nueva”.

La inmensa extensión ofrecía distintos aspectos: desde las llanuras de tierras fértiles hasta las cumbres de las sierras. Los valles estaban cortados en su mayoría por arroyuelos recogidos en el curso de dos arroyos: el Curamalán y el Pigüé. La fundación de la Estancia Curamalán se realizó con un capital de $ 4.000.000 oro y una hipoteca de la casa bancaria Baring, Brothers & Co. de Londres por L 500.000 esterlinas. Este aporte permitió que se realizara la compra de reproductores, de alambrados, de construcciones y de otras mejoras permanentes.

La estancia estaba dividida en cuatro grandes secciones: La Curamalán, La Cascada, El Hinojo y Las Toscas, conteniendo ciento veintisiete potreros o cuadros en donde se sembraban distintos cereales y se atendía la hacienda vacuna, lanar y yeguariza. En su antiguo Haras se criaban potros livianos con destino al Ejército Argentino que los adquiría en la Exposición Rural de Palermo. Otros ejemplares también concurrieron a exposiciones realizadas en Bahía Blanca y localidades vecinas, donde se pudo apreciar la excelente calidad de los animales presentados.

Después de unos años de trabajo y progreso se comenzaron a vender parcelas de tierra a los colonos a $ 24 la hectárea, pagaderos en cuatro cuotas anuales. La crisis financiera del año 1890 obligó a los acreedores hipotecarios a hacerse cargo de la Sociedad fundando el 14 de enero de 1902 “The Curamalan Land Company, Limited”, pero la duración de esta compañía llegó apenas hasta el 30 de septiembre del mismo año en que vendió el activo y pasivo a la “S. A. Estancia y Colonias Curamalán” representada por su presidente Don Ernesto Tornquist.

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Las ventas de tierras, un tanto paralizadas, se reanudaron al precio de $70 por hectárea. Las adquisiciones de parcelas a la Sociedad Anónima y otras realizadas en forma directa al gobierno fomentaron la creación de nuevas estancias como, por ejemplo, “El Lucero”. Este establecimiento era el segundo en importancia con un área de 38.950 hectáreas divididas en 70 cuadros. De ellas, 10.000 hectáreas se dedicaron a la agricultura y el resto a la ganadería. Como subdivisión de este establecimiento se organizó la estancia “Huanguelén”, rodeada de campos alfalfados y una colonia agrícola numerosa.

Ambas respondían perfectamente a todas las exigencias de la comodidad y del confort con reparticiones para los peones, maquinarias, herrería, galpones para esquila y departamento de productos. La aguada estaba proporcionada por molinos que existían en cada uno de los cuadros. Otro establecimiento, el “Sauce Corto” tenía 9.300 hectáreas. Era uno de los más importantes y contaba con 2.000 hectáreas canalizadas. Poseía una colonia con numerosas reparticiones y departamentos distintos. La Estancia “San Gregorio” tenía sus tierras regadas por los arroyos “Sauce Corto” y “El Perdido”, ambos de aguas permanentes.

“El Campamento”, estaba cerca de la zona donde se asentara el Fuerte “General San Martín” entre el arroyo “Sauce Corto” y un afluente. “El Huáscar” con una extensión de 12.500 hectáreas y una morada regia, con estilo y elegancia. En su galpón de esquila podían alojarse bajo techos y corredores 5.000 ovejas. “San José” con la cría caballar del tipo de tiro y silla. “Bella Elena”, con 1699 hectáreas de campos regados por el arroyo “Sauce Corto” y ubicada a tres leguas del pueblo a la altura del paso reconocido como “Paso de los Chilenos”.

Establecimientos como “La Jacinta” o “La Ventura”: que exponía un cañón histórico del tiempo de la Conquista del Desierto, el que acreditaba su antigüedad con el sello Real de Armas. “El Recreo” – “La Primavera” – “La Sofía” – “Las Horquetas” – “Miniápolis” – “La Esperanza” – “Las Golondrinas” – “La Aurolinda” – “La Reforma” – “El Pantanoso” – “San Carlos” y muchos más que con una paciente labor forjaron el pujante distrito de Coronel Suárez.

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