Este martes a la mañana, tal como se había anunciado días atrás, la comunidad educativa de la Escuela de Educación Secundaria Técnica Nº1 de Pigüé se reunió en las escalinatas del establecimiento para manifestarse pacíficamente en rechazo a la destitución del director Diego De María. Docentes, alumnos, trabajadores de la escuela y vecinos acompañaron la convocatoria, haciendo visible su apoyo al directivo y su repudio a las medidas tomadas por las autoridades educativas.
“Nuestra escuela viene siendo víctima de hostigamiento”
El primero en tomar la palabra fue el docente Jorge Kugler, quien expresó con firmeza su preocupación por la situación que atraviesa la institución. “Hace tiempo que nuestra escuela viene siendo víctima de un hostigamiento, de una persecución permanente. Se ve que cuando no sos ‘del palo’ se quiere mezclar la política con la educación, y eso no es correcto”, señaló.
Kugler remarcó que la decisión de separar del cargo a De María forma parte de un proceso sostenido de presión:
“Nos hostigan, nos persiguen para remover la conducción de la escuela. Y no vamos a parar hasta obtener la resolución del problema. El objetivo es sacar al equipo de conducción y poner gente que responda a lo que ellos quieren, una educación chata”.
Además, destacó los logros alcanzados por la institución bajo la actual dirección. “A la conducción no le interesan los premios que ha logrado la escuela, siendo la de mayor reconocimiento en la Región 23 y con la matrícula más alta del distrito. La comunidad la elige por todo lo que se da acá”, afirmó.
Un mensaje profundo del Centro de Estudiantes
Luego fue el turno del presidente del Centro de Estudiantes, Elías López, quien leyó un extenso y emotivo discurso acompañado por el vicepresidente Guido Ferraro. Sus palabras recibieron aplausos y expresaron claramente el sentir de gran parte de la comunidad educativa. A continuación, el mensaje completo leído por López:
**“Hay días en los que una escuela parece detenerse. Días en los que el murmullo de los pasillos, las risas de los recreos y el ir y venir cotidiano se sienten atravesados por una misma pregunta: ¿Qué está pasando? ¿Y por qué algo que valoramos tanto está siendo puesto en riesgo? Hoy vivimos uno de esos momentos.
Estamos aquí porque sentimos que algo profundamente injusto está ocurriendo. Algo que toca el corazón de esta institución. Algo que afecta a una persona que no solo ha sido director, sino guía, maestro, compañero, referente. Una persona que ha dado su tiempo, su energía y su vida para que esta escuela crezca, mejore y se convierta en un lugar donde nuestros chicos aprendan con alegría, respeto y sentido.
No estamos aquí por un cargo. No estamos aquí por un título o una oficina. Estamos aquí por una persona. Y, sobre todo, estamos aquí por un principio: el principio de que la educación merece decisiones justas, claras, honestas y libres de intereses que nada tienen que ver con enseñar. Porque una escuela es mucho más que horarios, papeles y reglamentos.
Una escuela es un espacio donde se siembra futuro, donde se construyen valores, donde se forman seres humanos. Y para que esa construcción sea verdadera, quienes la conducen deben hacerlo con vocación, con preparación, con ética… y con amor. Eso es lo que hemos tenido. Eso es lo que no queremos perder.
Cuando un directivo que ha demostrado excelencia, compromiso y humanidad es tratado de manera injusta, no es solo él quien sufre: es la comunidad entera la que siente que algo fundamental está siendo vulnerado. Porque quienes enseñan desde el corazón dejan huellas que no se borran. Porque quienes lideran con respeto iluminan el camino de todos.
Y porque la calidad educativa no se negocia, no se improvisa y no se reemplaza por decisiones tomadas lejos de las aulas. Hoy no estamos levantando la voz para dividir. Estamos levantando la voz para recordar. Recordar que defendemos una educación limpia, transparente, enfocada en los estudiantes y guiada por personas que han probado, una y otra vez, que su prioridad siempre fue el aprendizaje y el bienestar de nuestros jóvenes.
Estamos aquí para decir, con respeto pero con total convicción, que la educación no puede ni debe ser escenario de intereses ajenos al trabajo escolar. Porque cada decisión que se toma sin escuchar a la comunidad afecta, directa o indirectamente, el futuro de cientos de chicos que confían en nosotros. Hoy pedimos algo simple, pero profundamente importante: justicia, coherencia y respeto. Que se mire el trabajo, no los rumores. Que se valore la trayectoria, no los intereses. Que se proteja la vocación, no se castigue.
Porque la escuela —esta escuela— es testigo de lo que este director ha hecho. Los alumnos lo saben. Los profesores lo saben. Las familias lo saben. La comunidad entera lo sabe. Y cuando una comunidad entera reconoce el valor de alguien, ese valor no puede ser ignorado. Que esta situación no nos quiebre: que nos despierte. Que nos recuerde que defender la educación no es un acto político: es un acto moral. Un acto de responsabilidad. Un acto de amor por nuestros chicos.
Hoy decimos, con serenidad pero con fuerza: que quienes enseñan con el alma merecen ser respetados. Que quienes trabajan con integridad merecen ser escuchados. Y que una educación de calidad no se puede construir si se deja de lado a quienes han demostrado, día tras día, que su compromiso es real.
Que este acto quede grabado como un mensaje claro: defender lo justo no es pelear. Defender lo justo es honrar lo que creemos. Es cuidar lo que funciona. Es proteger lo que educa de verdad. A Diego, queremos decirle algo desde lo más profundo: Gracias. Gracias por su entrega, por su humildad, por su ejemplo. Gracias por enseñarnos que la educación se sostiene con convicción, con paciencia y con amor verdadero.
Y a quienes hoy están presentes, quiero decirles esto: La educación se defiende. Se defiende con la voz, con la presencia, con la verdad. Se defiende con la certeza de que el futuro de nuestros chicos vale más que cualquier interés ajeno. Se defiende con respeto, pero también con firmeza. Se defiende hoy, mañana y cada vez que haga falta.
Porque cuando una comunidad se levanta para proteger lo que es justo, cuando una comunidad se planta para decir ‘esto está mal’, cuando una comunidad reconoce y apoya a quienes trabajan con honestidad… entonces sí, esa comunidad demuestra que está viva. Que tiene corazón. Que tiene valores. Y que no va a permitir que le arrebaten lo que funciona, lo que educa, lo que vale. Por eso hoy, juntos, decimos: la educación que merecemos no se negocia. La defendemos. La cuidamos. La sostenemos. Y no vamos a dejar que la injusticia decida por nosotros. / Semanario Reflejos












