Cómo es hoy ser un trabajador en China. Comparaciones y diferencias con Argentina

China: los derechos laborales en el papel y la realidad de las largas jornadas. La economía china sigue creciendo a paso firme, pero bajo esa superficie de productividad y expansión se esconde un fenómeno cada vez más visible: el desajuste entre la legislación laboral y la realidad cotidiana de millones de trabajadores.

Según la Ley de Trabajo de la República Popular China, vigente desde 1995 y actualizada en años recientes, el trabajador tiene derecho a un contrato formal, a una jornada limitada, a seguridad social y a un entorno laboral seguro. La norma establece una jornada máxima de 8 horas diarias y 44 semanales, con un día obligatorio de descanso y límites estrictos a las horas extraordinarias: no más de 36 horas al mes.

Además, la ley garantiza el pago de recargos por horas extra: 150% del salario normal en días laborables, 200% en días de descanso, y 300% en feriados nacionales. También protege el acceso a la seguridad social, las vacaciones pagadas y los derechos de maternidad, enfermedad o despido injustificado.

La letra de la ley frente a la fábrica y la oficina

Pero el contraste entre lo legal y lo real es profundo. En sectores como la tecnología, la manufactura o la logística, las jornadas suelen extenderse muy por encima del límite legal. La llamada cultura “996” —trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche, seis días a la semana— fue declarada ilegal por el Tribunal Supremo en 2021, pero continúa siendo práctica habitual en muchas empresas privadas.

Informes recientes de prensa internacional señalan que en fábricas de gran escala, como las dedicadas a la producción de dispositivos electrónicos, los trabajadores pueden llegar a superar las 70 horas semanales en temporadas de alta demanda. En el sector tecnológico, ingenieros y programadores denuncian que las horas extra, aunque oficialmente “voluntarias”, se convierten en una exigencia cultural y económica.

“Las leyes son claras, pero la aplicación depende del poder del empleador”, explica un analista laboral de Shanghái. “En muchas provincias, los inspectores laborales tienen recursos limitados y las multas por incumplimiento no alcanzan para disuadir a las grandes compañías.”

Beneficios formales, acceso desigual

En teoría, todos los empleados deben estar cubiertos por los cinco seguros obligatorios —pensión, salud, desempleo, accidentes laborales y maternidad— y por el fondo de vivienda. En la práctica, sin embargo, los trabajadores temporales o subcontratados quedan fuera de varios beneficios.

Un reciente estudio sobre fábricas de electrónica mostró que los empleados de agencias de “despacho laboral” cobran menos y carecen de seguro médico o de contribuciones plenas al sistema de pensiones. El problema se agrava por la gran movilidad de la fuerza laboral migrante, que representa más del 35% de los trabajadores urbanos.

Reformas y nuevos intentos de control

El Gobierno central ha reconocido la necesidad de mejorar las condiciones laborales y, en 2025, introdujo una reforma que amplía la obligación de contribuciones sociales incluso a trabajadores sin contrato formal. Paralelamente, algunas grandes empresas comenzaron a establecer políticas internas que limitan las horas extras, como la “salida obligatoria a las 8 p.m.” implementada en algunas tecnológicas de Shenzhen.

Aun así, la presión económica y la competencia feroz mantienen las largas jornadas como una norma implícita. Muchos empleados prefieren callar por miedo a perder el empleo o a ser reemplazados.

Entre el progreso y el agotamiento

China combina un marco legal relativamente avanzado con un sistema de control todavía débil. Sobre el papel, los derechos laborales son amplios; en la realidad, el trabajador promedio enfrenta largas jornadas, contratos temporales y beneficios incompletos.

La brecha entre ley y práctica se ha vuelto uno de los desafíos más importantes para la segunda economía del mundo. Mientras el país busca proyectar una imagen de modernidad y justicia social, la voz de sus trabajadores recuerda que el costo humano del crecimiento sigue siendo una cuenta pendiente.