A los 89 años se apagó la voz de un hombre de mirada serena y sonrisa franca

Hace apenas unas horas, se apagó una de las voces más resonantes del cine contemporáneo. Robert Redford, aquel actor de mirada serena, sonrisa franca e inquietud poderosa, murió a los 89 años este martes por la madrugada, en su casa de Utah. Redford no fue solo un galán de los sesenta y setenta, sino un creador con convicciones profundas. Como actor dejó huellas imborrables en clásicos como Butch Cassidy and the Sundance Kid, The Sting o All the President’s Men, obras donde conjugaba talento, presencia y autenticidad.

Pero su verdadero aporte trascendió la actuación: Redford fue un puente entre lo comercial y lo independiente, entre la industria y el idealismo. Fundó el Sundance Institute y el Festival de Sundance, espacios clave para que cineastas “de afuera” pudieran contar sus historias en su manera única, vulnerables al riesgo, lejos del gran cine industrial, pero con fuerza. En 1980, como director, ganó el Oscar por Ordinary People, demostrando que su visión tras la cámara estaba hecha del mismo coraje con que elegía sus papeles.

La despedida y el hombre detrás del mito

Según su publicista, Redford murió mientras dormía, en su hogar en las montañas cerca de Provo, Utah. No se han dado detalles de la causa. Era un hombre complejo, reservado, que valoraba la naturaleza, la autenticidad, la soledad elegida, la reflexión. Amar la luz de los reflectores, pero no depender de ella. En su vejez, expresó deseos de retirarse, de que sus últimos años fueran para su familia, su arte personal, su activismo ambiental.

Un vacío que inspira

Con su partida, el cine pierde a un custodio de sueños. Aquel que no solo actuaba, sino que ayudaba a otros a creer que podían actuar, que podían contar, que podían generar algo importante más allá de la taquilla. Su legado vivirá en las pantallas, en los festivales independientes, en los cineastas que inspiró, incluso en quienes hoy lo recordamos con gratitud.

Robert Redford nos recuerda que la grandeza no siempre se mide en estatuillas, sino en integridad, en la decisión de apoyar lo diferente, en la constancia de creer en el cine como arte y espejo de lo humano. Hoy lloramos la pérdida, pero celebramos lo que logró sembrar. Su luz seguirá iluminando muchas historias por venir.