Hay personas que, con su ejemplo, logran convertirse en referentes entrañables para todo un pueblo. Ricardo Roldán es una de ellas. Su vida, marcada por la fe, el amor a la familia y la vocación de servicio, es hoy motivo de homenaje y reconocimiento por parte de quienes lo vieron caminar junto a la comunidad durante tantas décadas.
Nacido el 13 de diciembre de 1933 en Coronel Suárez, a los 17 años se trasladó a Saldungaray, donde tuvo su primer trabajo en un almacén de ramos generales. Allí aprendió el valor del esfuerzo, repartiendo pedidos en camioneta y conociendo de cerca las realidades de la gente.
El 11 de abril de 1969 formó su propia familia al casarse con Juanita Baier, la compañera de toda la vida. De ese amor nacieron sus tres hijas —Andrea, Mariana y Ana Paula— y más tarde llegaron sus nietos Bautista, Clara y Tomás, orgullo y alegría permanente.
Con apenas 28 años ingresó al Registro Civil de Saldungaray, iniciando un camino que lo transformaría en una figura muy querida por varias generaciones. También realizó suplencias en Bahía Blanca, Tornquist, Villa Maza, San Miguel y Pigüé, siempre con la misma responsabilidad y calidez. Aprendió de grandes referentes, pero fue su estilo humano y cercano lo que lo distinguió en cada consagración de matrimonio.
En 1989, cuando llegó el momento de jubilarse, Ricardo no quiso dejar aquello que tanto disfrutaba. Continuó trabajando ad honorem durante 18 años más en San José, Santa María y Villa La Arcadia, y tuvo el privilegio de unir en matrimonio a tres generaciones de familias. Su nombre quedó ligado a uno de los momentos más felices de la vida de muchas personas.
Su entrega no se limitó al Registro Civil. Fue parte activa de la capilla Cristo Obrero, el jardín Niñito Jesús, el Colegio Estrada, el Taller Protegido, el coro municipal, el Rotary Club de Coronel Suárez y Carhué, y también de las colonias. En cada lugar aportó su tiempo, su fe y su entusiasmo, siempre con la convicción de que servir a los demás es la mejor manera de vivir.
Ricardo Roldán es, ante todo, un hombre de fe y de familia. Su historia es también la historia de una comunidad que lo respeta y lo quiere, porque en él encuentra valores que no pasan de moda: la honestidad, la entrega y el compromiso.
Hoy, el reconocimiento es en vida, porque los homenajes más justos son aquellos que permiten al protagonista recibir el cariño y la gratitud de su gente. Y Ricardo lo merece.
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