La travesía de una humilde familia para veranear en M. del Plata

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La travesía de una humilde familia para veranear en la ciudad: vinieron en bicicleta desde Moreno. Recorrieron más de mil kilómetros entre la ida y la vuelta. El viaje también sirvió para concretar el postergado viaje de egresados de la hija mayor y premiar al resto de los hijos por el buen año escolar. "Si no era pedaleando no podíamos ir porque sacar pasaje en micro para los siete era inaccesible", cuenta Hernán Ibarra.

Con solidaridad, alegría, resiliencia, fuerza muscular y trabajo en equipo la familia Ibarra realizó una travesía para pasar sus vacaciones en la ciudad: pedalearon en sus bicicletas más de mil kilómetros. Y así, a la vez, pudieron cumplir el objetivo de concretar el postergado viaje de egresados de su hija mayor y premiar a sus hermanos por las buenas notas conseguidas el año pasado en la escuela.

Fue un viaje de Moreno a Mar del Plata sobre dos ruedas. La historia de Hernán (42), su esposa Leidy, y sus hijos Ruth (14), Karen (11), David (10), Aaron (9) y Abraham (6) conjuga esfuerzo, amor y fraternidad, además de la falta de recursos materiales.

“Si no era pedaleando no podíamos ir porque sacar pasaje en micro para los siete era inaccesible y conseguir los del tren era casi imposible”, le cuenta Hernán a LA CAPITAL ya de regreso en su casa del barrio Mariló, en el oeste del Conurbano bonaerense. Así fue que, a mediados de mayo del año pasado se puso al frente de la empresa que consistió, en primera instancia: armar las bicicleta. ” No teníamos plata para comprarlas así que había que prepararlas”, reseña.

La expedición, además de poder disfrutar de unas vacaciones después de unos cuantos veranos acalorados en Moreno, tenía otra misión: convertirse en el viaje de egresados de una de sus hijas y un premio por las buenas notas del resto de sus hijos. “Ruth iba a ir Tandil, pero por la pandemia no pudo hacerlo. Y después vino Karen, que había salido escolta de la bandera; David había sido elegido como mejor alumno y Aaron trajo el mejor promedio. Y el más chico, el más bravo, Abraham, salió mejor compañero”, enumera el padre con orgullo. Además, todos querían conocer la gigantografía del “Dibu” Martínez, el arquero de la Selección Nacional.

Preparación

Así fue que, con el correr de los meses, fueron cumpliendo con la logística de preparar las bicicletas. “Todas caravana, muy simples, rodado 26 y 24 la del más chico”, describe Hernán. También acondicionaron los accesorios -como anteojos, biceras y chalecos reflectivos de seguridad- y los morrales individuales, con algo de ropa y las bolsas de dormir. Las tres carpas iban rotando entre las bicicletas de los más grandes.

El itinerario indicaba paradas en Tandil -destino del viaje de egresados no concretado de Ruth- y Balcarce para cumplir con el plan de circular por caminos rurales. “Así íbamos a tener un viaje más largo pero más seguro”, dice Hernán. Y, enseguida, cuenta el comienzo de la travesía: “Salimos el 28 de diciembre desde Moreno y la primera parada fue San Miguel del Monte, donde nos recibieron en el camping y no nos quisieron cobrar. Ahí pasamos Año Nuevo con una familia de Ezeiza”.

Los caminos rurales, de tierra, estaban tan secos que “era polvo, como pisar arena”. “Por eso no llevamos casco, porque no íbamos a ir por la ruta”, aclara el jefe de la familia. Así que llegaron a Las Flores, Miranda. ” Ahí conocimos a la abuela Celia que nos dio de comer y nos alojó”, recuerda Hernán. Luego pasaron por Rauch y el 7 de enero llegaron a Tandil. “Por cada sitio que pasamos nos encontramos con muy buena gente, en los campings no nos quisieron cobrar y siempre todos nos ayudaron. Y los chicos pudieron conocer animales, como las mulitas, y ver la naturaleza en vivo y en directo”, cuenta.

En Tandil se encontraron con “Tati y Leti”, que habían conocido días pasados durante la travesía y fueron sus anfitriones. El 7 fue el cumpleaños de Hernán, 42, y por primera vez en su vida se lo festejaron. “Vengo de una familia humilde y nunca podían. Y a esa gente no le pude contar esto. Me regalaron el asado, cuchillos y un mate”, recuerda emocionado.

Experiencia

Además de recorrer los caminos rurales por seguridad, y así evitar las rutas provinciales, la familia Ibarra paraba a comer aunque lo más importante era hidratarse. “Tomábamos agua siempre, y también comíamos. Pero lo importante era el agua”, dice Hernán.

La travesía sobre dos ruedas continuó por Napaleofú y Balcarce, durmiendo en campings y “en la escuela rural 34”, hasta que tomaron la ruta 226 transitando por la banquina. “Hasta el peaje El Dorado fuimos lo más bien, sin que pase nada, pero desde ahí hasta Mar del Plata pinchamos cinco veces, rompimos un eje, la masa de otra bicicleta no sé cómo llegó y mis pedales estaban sueltos”, recuerda Hernán sobre el trayecto más difícil de la travesía.

Así llegaron a la ciudad -el 12 de enero- dónde los esperaban los hermanos de Hernán, Marcelo y Matías; y su sobrino Alexis. Pasaron dos semanas juntos. “Nos lo pasamos en la playa, primero fuimos a la zona del Torreón, después más al centro y también a la del Puerto. Todas muy diferentes. Y a la vuelta conocimos Santa Clara, con acantilados y todo”, describe Hernán.

También, durante su estadía, lograron sacarse la foto con la gigantografía del “Dibu” Martínez. “Lo pasamos hermoso, menos para Aaron y para mí, para los demás era la primera vez que veían el mar”, asevera.

Para regresar tenían pasajes en tren, pero decidieron recorrer el mismo camino. “Le pregunté a mi familia si querían volver en tren o los vendíamos y con esa plata nos quedábamos unos días más. Y ellos quisieron hacer eso”, cuenta Hernán. Y, enseguida, dice: “Tuvimos más tiempo para disfrutar de la Peatonal, los paisajes y unos churros riquísimos”.

El regreso lo emprendieron el martes 24. Hasta Santa Clara fueron por la costa y después tomaron la ruta 2, circulando por la banquina, a la hora de la siesta. “Hicimos noche en Vidal, en Maipú nos alojó la familia de Ester, después también paramos en Castelli y Chascomús”, relata Hernán. El 30 llegaron a su barrio, en Moreno, donde fueron recibidos con aplausos. “Llegamos cansados pero muy contentos después de pedalear más de mil kilómetros en total”, dice.

Hernán se dedica a la construcción y también realiza ayuda solidaria con su esposa Leidy en una iglesia evangélica. “Dios nos acompañó y todos nos ayudaron. Ahora queremos ir al norte y llegar hasta Paraguay, a visitar a los parientes de mi mujer”, adelanta entusiasmado después de pedalear más de mil kilómetros para poder cumplir los sueños familiares. / La Capital

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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