Cada 5 días muere ahogado un niño menor de 4 años

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Cada 5 días muere ahogado un niño menor de 4 años en nuestro país. Los especialistas coinciden en que existe un importante subregistro o registro inexacto de casos, y que la cantidad de muertes por ahogos podría ser aún mayor. Las aguas oscuras con movimiento son especialmente peligrosas, como ríos, arroyos, mares o lagos, donde el agua es poco transparente. Según el Boletín de Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud de la Nación, en 2018 fallecieron por ahogamiento 77 niños de 0 a 4 años, lo que representa prácticamente 1 caso cada menos de 5 días.

El ahogamiento representa en la Argentina una de las primeras causas de muerte en niños de 1 a 3 años (69 de los 77 casos), y se considera el grupo de mayor riesgo y más vulnerable a los niños desde que empiezan a caminar o movilizarse por sí mismos (aproximadamente 12 meses de vida) hasta los 5 años de edad. No obstante, los especialistas coinciden en que existe un importante sub registro o registro inexacto de casos, y que la cantidad de muertes por ahogos podría ser aún mayor. Los ahogamientos son la tercera causa de muerte por lesiones no intencionales en el mundo, con un estimado anual de aproximadamente 320 mil fallecimientos, de los cuales más del 90% se producen en países de ingresos bajos y medianos. Representan el 7% de todas las causas asociadas con lesiones.

“Los menores de 12 meses son poco autónomos y dependen totalmente de sus cuidadores. La mayoría de los ahogamientos se producen en agua dulce. En los lactantes, el escenario más habitual son los lugares para bañarlo, por descuido o mal trato. Se pueden ahogar muy rápidamente en muy poca agua, (por ejemplo, un balde o un tacho vacío de pintura). Aunque los más grandes de este grupo se pueden desplazar por sí mismos, son demasiado pequeños para reconocer el peligro o para salir del agua, especialmente si no existen barreras ni vigilancia adecuada”, precisó la Dra. María Cecilia Rizzuti, médica pediatra, miembro del Comité de Prevención de Lesiones de la Sociedad Argentina de Pediatría.

“Los ahogamientos se producen con una frecuencia mayor en varones, en una relación de 3 o 4 niños por cada niña. En cuanto al lugar de ocurrencia, en el grupo de menores de 5 años el más frecuente es el hogar: en piletas de natación, fuentes y canales próximos, especialmente cuando el niño queda sin supervisión. Mientras que en los adolescentes la mortalidad se asocia a la subestimación del riesgo, el uso de sustancias como el alcohol y las drogas y la práctica de actividades acuáticas sin el conocimiento del medio y los elementos de protección adecuados. Los ahogamientos son más frecuentes en aguas oscuras en movimiento, ríos, lagos y canales”, afirmó la Dra. Adela Armando, pediatra del Comité de Prevención de Lesiones de la SAP.

Influyen en la ocurrencia de este tipo de episodios el contexto geográfico (niños que viven en zonas con acceso directo a espejos de agua), las actividades familiares y su forma de transporte (los niños isleños por ejemplo), el nivel socioeconómico y de instrucción de los padres, la falta de señalización adecuada de los ambientes acuáticos y la correcta instrucción sobre su uso seguro y la utilización de sustancias, entre otras variables.

“Cada vez que un niño pequeño visita una casa, club o colonia de vacaciones donde existan piscinas u otros espejos de agua, los padres y/o los cuidadores deben evaluar cuidadosamente los lugares para verificar que cuenten con las medidas de seguridad correspondientes que impidan su acceso”, advirtió la doctora Armando.

“Con los niños de entre 1 y 4 años la intervención de los padres se hace particularmente necesaria porque es un período donde el ímpetu infantil aumenta; se debe estar muy atentos ya que es una edad en la que, por las propias características de su desarrollo físico y emocional, el niño se esfuerza por alcanzar la autonomía: trata de satisfacer su curiosidad y su necesidad de actividad, y prueba y desafía para afirmar su propia independencia”, sostuvo la doctora Ángela Nakab, médica especialista en Pediatría y Adolescencia y también miembro de la SAP.

“Es una etapa en la que los niños necesitan una serie de fronteras seguras, aprendidas del modelo y del accionar de sus padres y son la mamá y el papá los que le dan sostén y seguridad. Por eso la mirada atenta permanente, la contención afectuosa y el conocimiento, son medidas efectivas en la prevención”, completó. “La prevención es vital ya que en el momento en que el niño comienza a ahogarse el desenlace es a menudo fatal y la supervivencia depende de la rapidez en sacarlo del agua y de la realización de una reanimación adecuada”, remarcó Rizzuti. / La Nueva

 
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